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Los secretos de un Miño navegable

El transporte de mercancías y la pesca eran antaño las dos grandes fuentes de riqueza del río

Una barca con cargamento de vino saliendo del puerto de A Guarda a finales del siglo XIX. // D.B.M.

Dicen los versos de Jorque Manrique que cualquier tiempo pasado fue mejor. Que se lo digan al Miño, cuyo protagonismo en la actualidad está lejos de ser el mismo que antaño. Si bien es cierto que las actividades deportivas mantienen el río vivo, hay otras, como la pesca, que luchan por sobrevivir a duras penas; al menos en el tramo internacional, trecho que antaño fue una importante fuente de riqueza para todo el Baixo Miño, como así refleja el libro "Historia da Navegación de Cabotaxe e Pesca no Río Miño", publicado recientemente por el cronista oficial de la ciudad de Tui, Ernesto Iglesias.

El transporte de mercancías y la pesca fueron los grandes activos del río. Por una parte, el tráfico marítimo fluvial estuvo presente desde la documentación medieval en adelante, e incluso hubo un proyecto de canalización del Miño en tiempos del rey Carlos III para que el río se consolidase como vía de transporte barata de mercancías, tales como el vino de Ribadavia. Sin embargo, la iniciativa no llegó a buen puerto.

Precisamente puertos era lo que abundaba tanto en la ribera gallega como en la portuguesa. De hecho, sus nombres permanecieron en la toponimia de algunos lugares, como el de Porto Ladrón en Sobrada (Tomiño). Siguiendo el curso del río desde la desembocadura hasta Tui había puertos en Camposancos, Goián y Amorín. Ya en el municipio tudense, cinco eran los puertos: Porto Savariz, en Areas, donde hoy se encuentra el nuevo puente internacional; Porto de Santa Baia, localizado donde está el Parador Nacional de Turismo de San Telmo; Porto de San Xoán, situado donde hoy se encuentra el convento de San Domingos; y otros dos emplazados en las parroquias de Rebordáns y Baldráns.

Sal, vino y madera eran las principales mercancías que transportaban los barcos que amarraban en algunos de estos puertos. La sal era uno de los productos de gran volumen e importancia comercial cuyo transporte fue continuo en el río a lo largo de los siglos, pues era una materia prima de primera necesidad; también el vino fue uno de los principales productos producidos y transportados a lo largo de la ribera del Miño, al igual que la madera, imprescindible para la construcción de inmuebles, muebles, barcos y mobiliario litúrgico. Cal, harina y ganado fueron otras de las mercancías que surcaron el Miño.

Al margen de transporte de productos, la pesca fue la otra fuente de riqueza del río que perduró a lo largo de los siglos hasta que en los años 1950 se hicieron los primeros embalses. Destacaba la gran producción de pescados como el salmón, hoy prácticamente desaparecido. Sábalos, escalos, angulas, muexes, truchas o lampreas eran abundantes en las aguas del Miño, llegando a contabilizarse en el año 1908 la pesca de 16.901 lampreas en la ribera luso-gallega.

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