Los descendientes del escritor Diego San José de la Torre (Madrid 1884-Redondela 1962) recibieron ayer el título de Fillo Adoptivo que le otorgó este Concello a petición de colectivos locales, con el apoyo de intelectuales y con el respaldo unánime de la corporación municipal. Más de 200 personas se sumaron anoche a los actos de reconocimiento a un hombre que en los años 20 y 30 del siglo XX tuvo gran popularidad como novelista, y aunque la Guerra Civil truncó su carrera profesional, acabó sus días en la villa de los viaductos ganándose el respeto y el cariño de sus vecinos. También recuperó en las páginas de FARO DE VIGO la firma que el franquismo le había vetado.

La jornada arrancó con una recepción a la familia en la Alcaldía, y las protocolarias inscripciones en el Libro de Honra del Concello. A continuación en el auditorio del Multiusos de A Xunqueira tuvo lugar un acto sumamente emotivo que incluyó glosas a la vida y obra de Diego San José -cuyo retrato presidía la sala- a cargo de dos de sus máximos conocedores: el presidente del patronato de la Fundación Penzol Manuel Puga Pereira, y el escritor Juan Manuel de Prada. Al piano, el músico Alejo Amoedo enmarcó la velada con las notas de Reveriano Soutullo, gran amigo -y además cuñado- de San José y uno de los artífices de que este madrileño y su familia se instalasen en Redondela, junto al mecenas José Regojo -quien le dio trabajo en su emporio textil-, sin olvidar el papel de Ernestina y Rita Otero, quienes se interesaron por él durante su cautiverio en la isla de San Simón entre 1940 y 1944.

Manuel Puga recordó que el propio Diego San José se definió como "un madrileño enxebre", pues pese a nacer en Lavapiés, ya en los años 20, cuando gozaba de un gran prestigio literario, pasó veranos en Redondela y "quedó maravillado de San Simón". Sus amistades en la zona a la postre le salvarían la vida.

Y es que San José, al ser leal a la II República, "sufrió un auténtico calvario" tras el levantamiento militar de 1936. Fue condenado a muerte, conmutada por la pena de prisión que paradójicamente cumplió en la isla redondelana. "Sale en 1944 y comienza una nueva vida, al tener cerrados los circuitos literarios y periodísticos por orden gubernativa", recordó Puga. Para aquel entonces su familia de Madrid ya se había mudado a Redondela.

Pese al "doloroso exilio interior" que sufrió el autor, "no se rindió y siguió escribiendo". Redondela le acogió como "un vecino egregio", como demuestra que el Casino le distinguiese como socio de honor.

"Su reconocimiento ahora contribuirá a curar viejas heridas", apuntó el presidente de la Fundación Penzol, quien además sugirió que el Concello de Redondela comunique este nombramiento al Ayuntamiento de Madrid y que este le nombre -a título póstumo- cronista oficial de la capital de España.

Por su parte, Juan Manuel de Prada declaró que a Diego San José "le persiguió el infortunio pero no hizo abono de resentimiento sino escuela de vida que se sublimó en belleza" en su extensa obra literaria, que glosó.

De Prada situó al autor entre las generaciones del 98 y del 27, lo que unido a que por su trabajo en prensa "se deshojó en miles de artículos", tuvo un reconocimiento menor que otros escritores de su época. Y eso que "tenía una habilidad extraordinaria en todos los géneros", dijo De Prada. "Su obra poética es de una finura, gracia y gravedad admirable"; como periodista, Diego San José "estaba comprometido con la historia y con su tiempo"; en narrativa, sus populares novelas cortas "causaban furor"; De Prada comparó sus libros más extensos con los "Episodios Nacionales" de Benito Pérez Galdós.

Juan Manuel de Prada tocó los aspectos más íntimos de este Hijo Adoptivo de Redondela al repasar su faceta de memorialista, con obras destacadas como "De cárcel en cárcel" y "Memorias de un gato". La primera, "una crónica espeluznante pero piadosa" de los años en que San José sufrió en carne propia la represión fascista; por trayectoria y obra, llegó a comparar a este escritor con Cervantes.

"Redondela tiene que sentirse orgullosa, porque fue el hospital donde sanó sus heridas. Aquí encontró el calor y la humanidad que le faltaron", concluyó De Prada.

Al término del acto, se descubrió una placa en la calle Alfonso XII, en la casa donde vivió San José.