La historia universal volvió a fijar la mirada en Baiona. La villa activó una vez más su máquina del tiempo para viajar 526 atrás y revivir la llegada de la carabela "La Pinta" con la noticia del Descubrimiento, pero también en el sentido meteorológico, para manejar los hilos necesarios que le proporcionaron una agradable jornada primaveral para disfrutar de la Festa da Arribada. El Carnaval no pudo con la cita baionesa y cientos de miles de personas abarrotaron las calles y plazas de la localidad para retroceder a aquel 1 de marzo de 1493 en que Martín Alonso Pinzón y su tripulación colocaban a la localidad en el mapa internacional del siglo XV.

Fue fácil descender a aquel año de transición entre la Edad Media a la Moderna porque los baioneses pusieron de nuevo todo su empeño en transformar su casco histórico y su franja litoral en un burgo de la época. Con sus tabernas y posadas, con sus artesanos trabajando en directo y espectáculos callejeros. Las sonadas justas de caballeros y las maniobras cetreras con águilas y halcones volvieron a congregar a cientos de personas alrededor de la playa de A Ribeira, donde se escenificó, ya caída la noche, la pieza teatral central de las celebraciones, "La Arribada del Descubrimiento", que relata al detalle el desembarco de aquellos navegantes exhaustos y enfermos con la mayor primicia jamás contada.

Actividades para todas las edades que cada año tienen más en cuenta al público familiar y suman atractivos para los más pequeños de la casa. Los infantes encontraron la diversión en cada esquina. Desde el Desafío Medieval, con tirolina y rocódromo, y el parque con carrusel y columpios varios de A Palma, a los talleres de la la alameda de Carabela Pinta, con espacio Playmobil medieval y juegos tan entretenidos como rudimentarios. En los jardines del hospital Sancti Espiritus, donde se ubica la biblioteca municipal, disfrutaron de un campo de entrenamiento de caballeros y un fotomatón regio para llevarse un recuerdo de la jornada.

Las muestras repartidas por el centro asombraron a grandes y pequeños. Dragones en A Ribeira, reptiles y aves exóticas y rapaces en A Palma, donde llamaron la atención los seis bueyes de colosal envergadura que se exponían impasibles ante los flashes. Caminando hacia el casco, los canteros trabajaban la piedra y otros oficios como los herreros, cesteros, alfareros, telleiros, carpinteros y sopladores de vidrio colocaban sus talleres y mercancías en la plaza del Concello.

Todo un escaparate que se completa con exposiciones en locales cerrados, como la de la historia de la escritura y de la imprenta en la biblioteca o la de carpintería de ribera en la Capitanía.

La gastronomía es parte clave en las celebraciones y la plaza de Santa Liberata se convirtió en romería. Colectivos sociales y clubes deportivos ofrecen allí sus recetas para recaudar fondos: desde el popular choripán, empanadas, tortillas, churrasco, pulpo y un sinfín de asados con una amplia variedad de postres para saborear una jornada que culminaría a altas horas de la madrugada en los locales de ocio, después de un espectáculo de fuego frente al Ayuntamiento que dejó boquiabiertos a los espectadores.