Con empeño y trabajo, cada joven estudiante de ESO o Bachillerato "puede conseguir ser lo que quiera". Es el mensaje que la bióloga molecular baionesa Iria González Vasconcellos transmitió ayer a los alumnos de su antiguo instituto, el Val Miñor de Nigrán, tras recoger el premio Muller Científica con el que el centro celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. En su segunda edición, el galardón trata de promover la igualdad de oportunidades de ambos sexos en la educación y visibilizar el trabajo femenino en la ciencia. Porque existe, aunque sean los hombres los que ocupan los puestos de liderazgo también en este campo, como afirma la investigadora, que actualmente trabaja en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa del CSIC.

-¿En qué consiste su investigación?

-Trabajo en el estudio de la susceptibilidad genética a distintos tipos de cáncer inducidos por radiación. Hay pacientes que desarrollan la enfermedad cuando se les trata con radiación y vemos los mecanismos por los que eso ocurre para tratar de evitarlo.

-¿Siempre quiso ser científica?

-Sí. A los 14 años ve un investigador en la tele contando un hallazgo y le dije a mi abuela que quería ser científica. Nadie me tomó en serio, pero años después, un profesor de este instituto me regaló mi primer libro de bioquímica y tuve claro que ese regalo no iba a ser en vano.

-Le ha ido bien.

-Fui de las de la fuga de cerebros de la crisis y luego retornada. Tras el máster en Londres y la tesis en Munich, volví en 2012 con un proyecto europeo. Aquí era un momento complicado y resultaba extraño que alguien regresase de fuera.

-¿Ha mejorado la inversión en investigación en España?

-Ahora están mejor las cosas. Se invierte más, pero estamos muy lejos de sociedades como la alemana. Ellos invierten en I+D+i y aquí todavía no entendemos que si no invertimos estamos muertos, dependemos de comprar lo que otros países desarrollan.

-¿Cómo recibe este premio del instituto donde estudió?

-Muy contenta porque lo recibo en casa. Me dieron otro premio en Alemania, pero con este me siento muy orgullosa. Lo que me interesa es conseguir inspirar a algunas niñas que están en las aulas.

-¿Es difícil progresar en la ciencia para las mujeres?

-Mucho. Yo nunca sentí discriminación pero el techo de cristal está ahí. Ser madre y tener una familia y avanzar en cualquier carrera sigue siendo utópico. En la ciencia vemos que somos más en cualquier laboratorio, en la universidad, pero es muy difícil llegar a los puestos de liderazgo. El centro en el que trabajo, fundado en 1975 por Severo Ochoa, solo ha tenido una presidenta, Margarita Salas, y ahora pronto tomará posesión la segunda. Tenemos que conseguir romper ese techo de cristal. No es una cuestión de inteligencia, es una cuestión de poder dedicar más tiempo, de poder estar ahí. Las mujeres tenemos que tener la oportunidad de trabajar al mismo ritmo y hay cosas como la baja de maternidad y paternidad que deberían ser iguales y obligadas. Los niños deben quedarse con mamá y con papá por igual.

-¿Fuera de España el problema es el mismo?

-La conciliación está un poco más avanzada fuera, pero sigue siendo más fácil irse de viaje a un congreso para un hombre tanto en España como fuera.

-¿Qué diría a una niña que sueñe con ser investigadora?

-Que se puede. Que está en su mano conseguirlo, con empeño y trabajo, claro.

-¿Falta vocación o falta divulgación de la ciencia?

-Cada vez más niñas quieren ser físicas nucleares y no princesas pero todavía falta mucho proyecto de divulgación. Tenemos que hacer entender parque qué sirve la ciencia, que las medicinas que se encuentran en la farmacia fueron un proyecto de investigación. Y que la ciencia es un ámbito maravilloso de trabajo que te puede llevar a viajar mucho. Yo tengo la suerte de haber estado en los cinco continentes, de tener amigos de todas las culturas y religiones y de haber conocido a tres premios Nobel.

-¿Hasta dónde le gustaría llegar en su carrera?

-Quiero tener mi propio grupo de investigación, conciliar y ser capaz de disfrutar y estar con mi familia.