Hace más de 30 años, José Manuel Gil vio por televisión un reportaje sobre la fabricación de una gaita. En ese instante comenzaría a escribirse su destino. Tenía 16 años y se lo comunicó a su madre: "Quiero hacer gaitas", dijo. Enseguida se apuntó a la Escuela de Artes y Oficios de Vigo, donde su maestro fue uno de los grandes artesanos de Galicia. Antón Corral le enseñó todo lo que sabe, un aprendizaje que, años después, compartiría con su hermano Alfonso. Hoy, los Gil suenan a gaita de la buena.

Eso lo saben virtuosos como Carlos Núñez o Xosé Manuel Budiño, en cuyo patrimonio instrumental atesoran artesanía con el sello de estos hermanos de Ponteareas. Quienes entienden, saben que el sonido que fluye de sus obras tiene una personalidad propia que les hace únicos. "Ni mejores, ni peores, que otros artesanos" aclara José Manuel Gil, pero con un sonar potente, dice, marca de la casa, donde el 'punteiro' es la punta de lanza que imprime esa alma al instrumento.

Sonido Gil en las gaitas de Carlos Núñez y Budiño. // Marta Clavero

De su taller salen algo más de 50 gaitas al año, cuyo precio oscila entre los 1.500 y los 6.000 euros cada una. Aseguran que la más barata es igual de buena que la más costosa, ya que "las diferencias se centran únicamente en los accesorios y embellecedores, que en absoluto influyen en el sonido del instrumento". Ellos lo saben bien, no en vano, tocan la gaita desde bien pequeños. José Manuel, además de ser miembro de una banda, imparte clases en el conservatorio. Sus manos crean, pero también tocan y así lo demuestra con una muiñeira de su cosecha con sonido genuinamente Gil.