Vivían a apenas 12 kilómetros de distancia, en el mismo municipio, en Nigrán, pero ni se conocían ni se habían visto jamás antes de la dramática ola de incendios que arrasó Galicia hace un año. Ahora se consideran "familia" y su amistad, nacida del fuego, se ha alimentado de solidaridad y gratitud a partes iguales. Noemí Fialho y su madre, Victoria Figueroa, lo perdieron casi todo. Su casa quedó prácticamente devorada por las llamas pero tuvieron la suerte de encontrarse a Fino Alonso y a Malva Costas, que les ofrecieron techo y cariño durante siete meses sin pedir nada a cambio.

Eran las siete de la tarde de aquel fatídico 15 de octubre de 2017 cuando agentes de la Guardia Civil apremiaban a Noemí y a Victoria a abandonar con urgencia su vivienda en el barrio de Pracíns, en Chandebrito, la zona cero del desastre, donde perdieron la vida dos de sus vecinas, Angelina Otero y Maximina Iglesias y donde las llamas rodearon literalmente la aldea con casi todos sus habitantes en medio. "Nos fuimos con lo puesto, hasta la documentación se nos quedó atrás", recuerdan un año después. Aquella noche se fueron a Vigo, a casa de su hermano e hijo. Pero allí no podían quedarse. "El piso es pequeñito y no había sitio para todos", explican. Tras una madrugada en vela pensando qué habría sido de la casa, regresaron a verla a las diez de la mañana siguiente. Se quedaron desoladas. "Por fuera no parecía que estuviese tan mal pero al abrir la puerta se veía todo negro y reventado", rememoran. Enseguida se presentaron miembros del gobierno municipal y les ofrecieron alojarse temporalmente en casa de Fino y Malva.

Él había acudido la noche anterior al pabellón de Panxón, donde se había instalado una especie de punto de atención a los afectados y de recogida de ayuda. Puso su casa, ubicada en el barrio de O Viso, en la parroquia de San Pedro de A Ramallosa, a disposición del Ayuntamiento y dejó su contacto. "Nós vivimos nunha casa con dúas vivendas. A de abaixo estaba baleira e tiña sitio para seis persoas. Ante unha cousa así, cómo non a ía ofrecer", explica Fino. Fue a la mañana siguiente cuando recibió la llamada del Concello para comunicarle que serían dos las "inquilinas".

"A las dos de la tarde estábamos en casa de Fino", recuerda Noemí. Sus nuevos "caseros" las recibieron con los brazos abiertos. Faltaba confianza porque no se conocían, pero "nos dijeron 'esta es vuestra casa', nos invitaron a meter el coche dentro de la finca y a utilizar todo como si fuese nuestro", subraya. "Nos facilitaron tanto las cosas que fue sencillo hacernos amigos", insiste la joven. Ni ella ni su madre dudan en afirmar que la pareja que las alojó durante siete meses, hasta que pudieron regresar a su vivienda, es ya parte de su "familia".

Y Fino le responde que "o volvería facer agora mesmo, igual, sen mirar a quen". Malva asiente con la cabeza y relata que "houbo xente que nos dicía 'pero vós, como metedes alguén na casa sen coñecer de nada'... Non podes pensar iso se queres facerlle ben a alguén, e máis nunha situación coma esta", dice.

Fue un acto de humanidad sin ánimo de lucro de ninguna clase, deja claro la pareja. "Que ninguén pense que nós recibimos beneficio ningún disto, nin tampouco o quereriamos", insiste. Y Victoria les replica que "non hai cartos para pagar o que esta xente fixo por nós".

Pasados doce meses de aquella jornada negra, con la casa habitable y "a falta solo de algunos flecos" para devolverla a su estado original, estas dos grandes perjudicadas por el fuego se sienten en parte afortunadas. "El susto no se pasa fácilmente y ahora con el aniversario es imposible no revivirlo. No se me olvidará nunca tener que marcharme de mi casa corriendo, pero tampoco lo que esta gente ha hecho por nosotros", afirma Noemí. Su madre añade que "non todo o mundo fai isto, son persoas especiais".

No solo Noemí y Victoria dan las gracias a sus benefactores. Todos los vecinos de Chandebrito lo hicieron el domingo, durante el acto de conmemoración del primer aniversario de los incendios. Ellos son dos de esos "héroes anónimos" a los que está dedicado el monumento descubierto en la parroquia y por ello recibieron una pieza cerámica de recuerdo y un caluroso aplauso por su solidaridad y generosidad, al igual que una treintena de entidades que colaboraron en la recuperación de la zona y también los que organizaron festivales solidarios de recaudación de fondos para reconstruir su vivienda destruida. Y lo recogieron acompañados de sus dos anfitrionas en Pracíns, después de tomar café en su casa y de haber compartido una comida el día anterior en la suya, como cuatro amigos de toda la vida.