Un silencio sepulcral y mucho dolor contenido. Eran las emociones predominantes en el funeral y posterior entierro del matrimonio de Porriño que el pasado lunes protagonizó el último crimen machista en Galicia. Alrededor de tres centenares de personas acudieron esta tarde a los actos fúnebres conjuntos que se realizaron en la iglesia de San Vicente de Soutelo, parroquia de Salceda de Caselas.

Los féretros llegaron en coches fúnebres separados. Sobre el de Magdalena, una rosa blanca, y sobre el de Tomás, una rosa roja. Familiares y amigos se arremolinaron sobre todo en torno al de ella. Tras el oficio religioso, los ataúdes se dirigieron al cementerio: primero se le dió sepultura a él, y en otro pasillo, a ella. Antes de introducir su nicho, los dos hijos del matrimonio y sus nueras se abrazaron al que guardaba el cuerpo de Magdalena.

Los asistentes contuvieron sus emociones, aunque la consternación por sus muertes era palpable. Predominaron el silencio y las palabras ahogadas en llantos. El único incidente lo vivió una de la nueras del matrimonio, que debido a la tensión derivada del trágico crimen se desmayó.