Los ganaderos y "aloitadores" del futuro están listos para debutar mañana en el primer curro de la temporada en Galicia. Son una decena de niños de entre 10 y 12 años naturales de Oia y O Rosal que se incorporarán a la cuadrilla integrada por sus padres, familiares y vecinos adultos desde primera hora de la mañana para, armados con sus varas, acercar a los caballos salvajes al recinto donde se les cortarán las crines, se les marcará a fuego y se colocará el microchip a aquellos que todavía no lo lleven bajo la piel.

Irán uniformados con camisetas y gorras facilitadas por la Asociación de Gandeiros Curro da Valga, que trata de acercar a los más pequeños a la tradición milenaria para evitar que desaparezca. El colectivo se muestra preocupado por el descenso del número de criadores de ganado en libertad y de animales en el monte. Las cifras cantan. "Hai sete anos eramos 65 socios e agora somos 37. Cada ano danse algúns de baixa. Os cabalos tamén caeron en gran medida. Tiñamos 400 en 2011 e agora quedarán uns 250", asegura su presidente, José Fernández Martínez. Los factores que han motivado la caída son diversos, pero el más determinante, recalca, fue la obligatoriedad de implantar los dispositivos electrónicos a las reses, decretada por la Xunta en 2012. Los cambios en el modo de vida también afectan. "Hoxe en día non hai animais nas casas e os nenos medran con outros referentes, aínda que sexa nas zonas rurais. Os mozos marchan ás cidades e aos rapaces levámolos aos parques e aos centros comerciais para divertirse", explica.

Hace unos años que su hijo de 17 años le acompaña a la rapa y esta vez será el pequeño, de 12, el que se estrenará. Lo llevará acompañado de algunos de sus amigos. "Esperamos que se anime máis xente a levar os cativos, para que coñezan o espectáculo e lle collan gusto", comenta.

Su cabeza no dejaba de pensar cómo inculcar su pasión por el ganado en libertad y el espectáculo antropológico de los curros a las nuevas generaciones. Y hace seis meses, la naturaleza le ayudó a conseguirlo. "Tiñamos uns potros que quedaron sen nai no monte e baixámolos para a casa. Tiñamos que darlles o biberón e coidalos e os nenos implicáronse en todo desde o primeiro día. Desde que os devolvemos ao monte, imos visitalos cos rapaces e xa parece que se van enganchando. Isto lévase no sangue e os rapaces están ilusionadísimos con ir mañá ao curro", relata el representante de los ganaderos.

Ahora solo queda que el gusanillo se les quede dentro y se conviertan en los herederos de una longeva saga de criadores para mantener el espectáculo que cada año atrae a miles de espectadores a los montes de A Groba. Y si no, "pois polo menos saberán que aquí temos esta marabilla, que as patacas non se cultivan nos supermercados e que os cabalos están no monte e hai que coidalos".