Bajo la autopista que conecta Vigo con el Val Miñor, a la altura de Vilaza, hay un "museo al aire libre" que, en cambio, no aparece a ninguna lista de instituciones museográficas oficiales. Un león, 'el Increíble Hulk' o una chica gótica, y así hasta ocho murales de gran potencia expresiva decoran los pilares de cemento sobre los que discurre la AG-57.

Se trata de la "galería personal" que el grafitero Gory, de Gondomar, creó para poner en práctica sus habilidades con el espray y expresarse libremente, al margen de las obras que hace por encargo. "Es mi zona de evasión, donde pinto lo que quiero", explica.

Pero no es solo eso. En la tradición del arte callejero, es una creación que trasciende lo individual: "También es un museo al aire libre para la gente del pueblo". Por la zona, aunque parezca remota, pasa mucha gente, ya sea en 'quads', a caballo, haciendo senderismo o ciclismo.

Los pilares de la autopista, de cemento pulido, son una tentación para cualquier grafitero. "Es el mejor lienzo posible", comenta Gory, porque los degradados y los volúmenes lucen mucho más. Degradados y volúmenes que el artista callejero hace, como todo lo que pinta, "a pulso y con dos cojones", si necesidad de plantillas y solo con el espray. Algunas de las obras las hizo en apenas unos días, otras, como la de los ángeles, le llevó casi un mes de trabajo.

24 años pintando

Gory, de 40 años, lleva desde los 16 en el mundo del grafiti. "Era malísimo; para mí una cara era poco más que un emoticono", rememora. El tesón y la práctica le llevaron perfeccionar la técnica hasta el punto que ahora esta afición es, también, su sustento económico.

Después de años trabajando en el sector de la automoción, empleos que hacían de él un "amargado", los recortes de plantilla derivados de la recesión económica comenzada en 2008 hicieron que se lanzase a vivir de las obras que salen de sus aerosoles. "A mí la crisis me sirvió para volver a mi camino". Ahora los encargos que le hacen, ya sea en comercios, instituciones públicas o casas particulares, le dan para mantenerse.

Encargos como el mural de 300 metros cuadrados -su obra más grande- que decora la Asociación de Mariñeiros Deportivos e Artesanais San Miguel de Bouzas.En Vigo tiene otro trabajo: los depósitos de Aqualia ubicados en el Castro.

Cuando Gory comenzó, hace casi un cuarto de siglo, el arte urbano no tenía la consideración con la que cuenta hoy en día, cuando hasta algunas administraciones lo respaldan. "En el Val Miñor éramos dos pelagatos", narra este gondomareño de Chaín, parroquia que renombra como 'Chainatown'. Ahora ya hay algunos chavales más dispuestos a tomar el relevo, aunque tienen aún margen para aprender, de acuerdo con el veterano grafitero, que también hace de mentor.

La voz se le llena de entusiasmo cuando habla de su 'aprendiz' más joven: un niño de siete que como regalo de Reyes recibió una clase de dibujo con grafiti de Gory. En un tablero de madera el crío puso en práctica las enseñanzas del artista callejero, que además le regalo unos cuentos botes de espay para que siga practicando. "La verdad es que ya pinta bastante bien". Quién sabe si este chico, algún día, ampliará el "museo" de Gory en Vilaza.