Cuando la Transición empezó a transformar el país, Ramiro Mallo y sus vestuarios de alquiler ya habían sido testigos directos de otro cambio social que daba cuenta de las ansias de libertad junto al mar. Otra transición, con minúsculas, la del recatado traje de baño al atrevido biquini, destapó ombligos y liberación femenina en todo el mundo, también en Praia América. Y allí estaba su personaje más recordado, al servicio de los bañistas para ofrecerles intimidad a la hora de mudar la indumentaria. Las populares "casetas de Ramiro" dieron fe de otros muchos episodios de la historia del siglo XX en el principal arenal de Nigrán durante 40 años. Generaciones de vecinos las guardan todavía en la memoria y el Concello rinde homenaje a aquel singular negocio para evitar que caiga en el olvido con el paso de los años.

Un panel informativo con fotografías de aquella veintena de cabinas de madera alineadas en la zona de Lourido y de su promotor devuelven a los más nostálgicos a una Praia América casi sin urbanizar, que comenzaba su andadura como foco de atracción de miles de visitantes. La actividad de Ramiro Mallo Álvarez "foi un referente do desenvolvemento turístico de Nigrán e merece ser recordado", explica el alcalde, Juan González.

El cartel, colocado en las inmediaciones de la Fonte Seca -recientemente recuperada en el marco del acondicionamiento del Sendeiro Azul de Praia América-Panxón con una inversión conjunta de 17.666 euros de la Diputación y el Ayuntamiento-, repasa la trayectoria de aquel personaje y su modo de vida.

Nacido en San Pedro en 1908 y emigrado a Argentina a los 15 años, Ramiro Mallo regresó a Nigrán en 1939 para trabajar como empleado del filántropo Manuel Lemos en las cabinas que transformaron el paisaje del arenal y que se alquilaban para cambiarse o guardar pertenencias. El histórico empresario nigranés, que también había hecho las américas décadas antes, las había incluido en su urbanización, la que construyó en los años 20 bajo el nombre de "Playa América" . Un complejo residencial que cambiaría para siempre no solo el el nombre del todavía arenal de Lourido, sino también su paisaje paradisíaco, con la intención de impulsar su despegue como lugar de vacaciones.

Pronto adquirió Ramiro las casetas y se puso al frente del negocio, que permaneció a su cargo hasta 1979, cuando lo asumió su sobrino Ramiro Leal, que continuó regentándolo hasta 1988, fecha en que la Lei de Costas obligó a cerrarlo y dejar atrás un capítulo de la historia del turismo nigranés.