La temporada de caza ha llegado a su fin en Galicia, con prórroga hasta febrero para algunas aves, y la sociedad protectora de animales de la comarca miñorana, Bai.Senpulgas, se prepara para intensificar su actividad de forma exponencial. Las cifras que maneja la asociación son "alarmantes", según explica su presidenta, Tatiana Álvarez Vara. "Cada año, recogemos entre 180 y 200 perros abandonados por cazadores. Son dos tercios del total que atendemos anualmente, una barbaridad", denuncia.

El colectivo reprocha la "falta de humanidad" de los responsables de estos abandonos y apela a la concienciación social para evitarlos, aunque dan la batalla por perdida y temen que las cifras reales de canes desahuciados son en realidad muy superiores. "Cuando no valen para cazar, puede que los dejen en el monte y muchos ni siquiera sobrevivan o puede que les peguen un tiro y punto", comentan.

Sin microchip

En el caso del Val Miñor, el modus operandi es similar en la mayoría de los casos que llegan a salvarse. Los propios voluntarios los encuentran desorientados en los montes, algunas veces heridos y casi siempre desnutridos, o bien son vecinos los que los hallan y los entregan a la protectora. Ninguno dispone de microchip de identificación, por lo que resulta imposible localizar a sus dueños.

La parroquia gondomareña de Vincios se ha convertido en un punto negro de abandono. "La mitad, un centenar más o menos cada año, aparecen siempre en esa zona", comenta Tatiana Álvarez. Quizás sea el lugar elegido por encontrarse allí mismo las instalaciones de Cánidos Val Miñor, la antigua perrera cerrada en 2014 tras diversas denuncias por delitos de maltrato animal y contra la salud pública.

Fue poco después de la clausura de aquel polémico negocio cuando un grupo de jóvenes miñoranos fundaron Bai.Senpulgas. Un colectivo que ha crecido de forma imparable pese a las dificultades para lograr un refugio en condiciones. Tras dos años y medio de vida y dos mudanzas de por medio, la asociación ha establecido su centro de cuidados en Peitieiros, en una finca con de agua caliente, suministro eléctrico y habitáculos adecuados para sus protegidos. El número de voluntarios ha pasado de medio centenar a 80 y la cantidad de animales que atienden también se ha multiplicado. En la actualidad, se hacen cargo de 60 perros y 10 gatos. La mitad de ellos viven en hogares de acogida y los demás en el recinto, a la espera de encontrarles adoptantes definitivos.