Las largas hileras de bolardos que enmarcan la calzada de la avenida Julián Valverde desde su última remodelación hace tres años están a punto de pasar a la historia. Calificadas como "trampas para peatones" por los vecinos de Sabarís tras ser testigos de varios accidentes en la zona, el Concello proyecta sustituir las piezas de granito por bancos y jardineras antes de fin de año.

El alcalde de Baiona, Ángel Rodal, explica que "hace tiempo" que el gobierno local trabaja sobre la remodelación de la calle con el fin de "embellecerla" y evitar "nuevos tropiezos", pese a que los bolardos, aclara el regidor, "están perfectamente homologados". Es así como surgió la idea de introducir nuevo mobiliario urbano y ornamentación en un espacio "de aceras amplias" concebido, sin embargo, "sin ningún elemento verde".

La actuación, prevista en un tramo de más de medio kilómetro, ya cuenta con un presupuesto que ronda los 21.000 euros, con los que se costeará la retirada de los cien bolardos de granito -concebidos para impedir el estacionamiento de vehículos sobre las aceras- y su sustitución por diez bancos de piedra y acero y veinte jardineras.

El Concello ya ha encargado el diseño de ambos elementos a una empresa que empezará a fabricarlos en cuanto reciba el visto bueno al diseño realizado "a medida" para Sabarís.

"Contamos con poder empezar las obras en un mes", afirma el alcalde, quien garantiza que el nuevo mobiliario "no dificultará la instalación ni obligará a reubicar ninguno de los puestos del mercadillo de los lunes", que desde el principio ha impuesto limitaciones a la remodelación de la calle, en la que la Xunta invirtió alrededor de un millón de euros.

También contribuyeron a modificar los planes iniciales del Gobierno autonómico las reivindicaciones de comerciantes y vecinos que, entre otras cuestiones, plantearon la necesidad de crear más plazas de estacionamiento en la zona.

Entre estas demandas también se encontraba la retirada de los bolardos que concibieron como un "peligro" desde que se instalaron en la calle. El tiempo no tardó en darles la razón, ya que cuando apenas habían concluido los trabajos una mujer sufrió una caída en la que se fracturó los dos brazos.

Meses más tarde, otra mujer perdió el conocimiento tras tropezar y caer al suelo mientras paseaba por la feria. También el cura de la parroquia y un niño sufrieron un traspié en una procesión, aunque ninguno sufrió de los dos más que rasguños.