La muerte de Juan ha producido en mí un desgarro. Algo de mí mismo ha muerto con él. Claro que aquí la fe juega una baza importante, porque Juan sigue viviendo en mi corazón. Y, lo que es más importante, en el corazón de Dios. Mi amistad con Juan se remonta a nuestros años jóvenes. Él, 19 años, comenzando en el seminario de Vigo. Yo, 25, recién ordenado sacerdote y ejerciendo el ministerio pastoral en Filgueira, Rebordechán y Angudes, año 1970. Recuerdo su ordenación sacerdotal y primera Misa, su alegría, la alegría de su madre y de su abuela. El mejor elogio que puedo hacer de él es que conservó y acrecentó su ilusión con el paso de los años. Ha sido un sacerdote ejemplar. Doy gracias a Dios por haberme concedido el gran regalo de la amistad de Juan. Acompaño en el dolor a su madre Matusa. Juan Manuel, siempre amigos. La vida vence. Un gran abrazo.

*Párroco de Nosa Señora das Neves-Vigo