Seis cabras que criaban en su casa de Peitieiros fueron el clavo ardiendo al que se aferraron José Rial y Loli Pereira hace casi tres años, tras el duro golpe a la economía familiar que supuso el naufragio en aguas portuguesas del barco palangrero "Francés", de su propiedad que les servía de sustento. "Fue terrible; primero por el susto y luego porque nos vimos en la ruina total", recuerda la mujer, que decidió luchar con su marido "por mantenernos a flote pese a las deudas y no perder nuestra casa".

Empeñados ambos en encontrar la manera de subsistir, emplearon el poco dinero que lograron de la venta de la licencia del barco y del seguro en comprar 80 cabras de la raza murciano-granadina y en acondicionar un galpón del que disponían en Vilariño (Nigrán) para la elaboración de quesos artesanos. "Antes hicimos un curso y nos dejamos aconsejar por los dueños de la quesería Touza Vella, en Castro Caldelas (Ourense), que nos vendió los animales", explica Loli Pereira.

Su iniciativa pronto contó con el respaldo de sus vecinos, a los que agradecen que desde el principio les prestasen sus fincas para cultivar maíz, patata y remolacha, alimentos básicos en la "alimentación natural" que recibe su rebaño, al que dan también en otoño castañas y bellotas. "Las cabras no toman ningún tipo de pienso, solo productos que cultivamos nosotros y cebada, cereal necesario para los animales y que compramos por consejo del veterinario", afirma Pereira.

La calidad de la leche es una prioridad para este matrimonio gondomareño, volcado en su doble ocupación de cría y elaboración de quesos, tarea esta última a la que se dedica José Rial "un día sí y otro no" para sacar al mercado una media de 20 quesos cada semana.

Y aunque su producción, como la de cualquier producto artesanal, es limitada, no lo es la variedad de quesos que obtienen gracias a las "innovaciones" que han ido introduciendo. Así, junto a los frescos y semicurados al natural, los curados "maduran" también "con vino tinto, pimienta, finas hierbas o incluso cerveza negra", explica Loli Pereira.

"Todos tienen un kilo en el momento en que se hacen, aunque según van madurando sufren una merma", apunta la propietaria de la quesería, que vende sus "joyas" lácteas a 18, 14 o 10 euros, de mayor o menor grado de curación.

Regalo institucional

Única en la comarca, la quesería ya ha empezado a contar con "clientes fieles", aseguran sus propietarios, entre ellos el Concello de Gondomar, que ha elegido sus productos como regalo institucional y este verano ha empezado a entregarlos a los artistas que participan en su programación cultural.

"Tenemos a mucha gente detrás", reconoce Loli Pereira, que aprovecha cualquier feria, rastro o degustación de productos organizada en la comarca para promocionar los quesos que elaboran y que "se pueden encontrar habitualmente en la plaza de abastos de Gondomar y en la feria de San Cosme", en la que tienen puesto fijo y a la que acuden sin falta cada domingo.