Tras una calificación académica de sobresaliente, el mejor premio que podría recibir el diseño para la lonja de Baiona que el arquitecto vigués Javier Muñoz Posse elaboró como proyecto de fin de carrera es el elogio de aquellos para quienes fue concebido. "Me emociona comprobar cómo plasmó todas las necesidades", resaltaba ayer, de forma espontánea, Jesús López Méndez, antiguo patrón mayor de la cofradía de pescadores, en el que Muñoz Posse buscó consejo para afrontar su trabajo.

"Suso es una parte fundamental de este proyecto", reconoce el joven, que con 24 años ha concluido sus estudios en la Escuela de Arquitectura de Navarra repensando un espacio portuario baionés que considera infrautilizado. "Es una pena que un solar que ocupa una lugar central en el casco urbano esté dedicado casi en exclusiva a aparcamiento", señala.

Cambiar esa imagen e integrar la actividad pesquera en un espacio público abierto donde conviviesen sin estorbarse profesionales del mar y turistas fueron, de hecho, los retos que se planteó inicialmente Javier Muñoz, que concibió, como respuesta a ellos, un edificio en tres secciones y dos alturas.

En su propuesta, que ayer mostró en un acto celebrado en el salón de plenos del Concello, la actual zona de estacionamiento se transformaría en una plaza pública de entrada al recinto en cuyo lado oeste se alzaría una primera sección del edificio destinada a un mercado de abastos.

La construcción serpentearía desde ahí hacia la cara este del muelle con una segunda sección que albergaría en su planta baja una lonja "con gradas que facilitasen la entrada de público a las subastas sin molestar a los profesionales", explicó el arquitecto, que en su trabajo reserva para uso exclusivo de los pescadores el último tramo del edificio. "Dispondrían así de una zona privada para la descarga de pescado y de espacios para vestuarios y para la reparación de redes y embarcaciones", apuntó.

La planta superior quedaría, en todo caso, reservada como área comercial y de restauración, con una gran terraza pública en su extremo norte.

En todo caso, aunque permeable a vecinos y turistas, el proyecto de Muñoz no pierde de vista a sus principales usuarios, los pescadores. Así, el arquitecto cierra el lado este de la lonja "para impedir que el sol de la mañana estropee el pescado" y abre en cambio grandes ventanales hacia la península de Monte Real para iluminar las instalaciones.

Sin embargo, la plasmación real de este trabajo arquitectónico no se contempla. "Es difícil que se pueda instalar en Baiona", explicó el alcalde, Jesús Vázquez Almuiña, quien se comprometió a "transmitir a Portos de Galicia" un trabajo que destacó por su "funcionalidad" y que por su calidad "podría inspirar futuras remodelaciones de otros puertos".

De todos modos, Javier Muñoz cree cumplido el objetivo de su proyecto, un ejercicio académico con el que quería prestar oído y "abrir una reflexión" sobre las necesidades de los pescadores y su convivencia con el turismo. Ahora, trabaja para un estudio madrileño que tiene en cartera, entre otras obras, un proyecto para el Club de Campo de Madrid, un edificio de oficinas en la Castellana y varias reformas de pisos.