Cuando, la noche de día 10 de junio de 1987, en la sede del PSOE de Cangas festejaba con sus compañeros y amigos el aplastante triunfo que había obtenido en las elecciones municipales celebradas aquel día, Lois Pena no podía sospechar que, además de prepararse para para volver a ejercer el cargo de alcalde durante los siguientes cuatro años, y esta vez con una abrumadora confianza de la mayoría de sus vecinos -una confianza electoral jamás conocida ni vuelta a repetir en la villa-, en realidad comenzaba para él la etapa más infernal de su vida,un auténtico calvario personal del que, aunque hoy confiesa haber "pasado página" , todavía permanece alguna cicatriz que escuece: "Reconozco que lo pasé muy mal -confiesa- aunque visto con la distancia del paso tiempo, lo único que aún me duele de todo aquello fue lo que sucedió durante el entierro de mi exmujer... Bueno, eso y lo que tuvieron que sufrir mis concejales, mis compañeros de partido, mi familia y cualquier persona a la que se le ocurriese, en medio de aquel ambiente diabólico que unos cuantos habían creado en el pueblo contra mi persona, hablar bien de mí o, siquiera, no acusarme de todo cuanto me acusaban, es decir, prácticamente de todos los males de España y parte del extranjero. Porque es que me acusaron de todo. De todo, menos de robar, que conste".

Para su desgracia, entre los últimos años de la década de los 80 y los primeros de la del 90, Lois Pena Vieitez se convirtió en el alcalde gallego más conocido de España. "¿Qué pasa en Cangas", se preguntaban desde Madrid, así que prácticamente todos los medios de difusión nacional enviaron a sus periodistas para averiguar la verdad. Y con lo que se encontraron fue con una de las situaciones más paradójicas de la historia de la democracia española: que aquel alcalde que había sido reelegido con tan rotundos resultados (13 concejales sobre los 21 que constituían la corporación municipal canguesa) no podía ni darse un paseo por su pueblo sin que alguien lo insultase, lo acosase o pretendiese agredirlo. A eso, en estos días, se le denomina escrache, una palabra de moda y una práctica que consiste en invadir la esfera privada de los cargos públicos que han sufrido, entre otros, políticos como el vicepresidente del PP Esteban González o el ministro Ruiz Gallardón. Pero cuando se le mentan estos casos, Pena desea hacer una matización: "Vamos a ver. Sí por escrache entendemos lo de invadir la esfera de la vida privada de los cargos públicos te tengo que decir que yo lo sufrí desde el primer momento en que gané aquellas elecciones de 1987. Pero es que lo que me pasó a mí, y lo que le pasó a mis compañeros y amigos, no fue solo que hubiésemos sido víctimas del escrache, sino que fuimos víctimas de una auténtica kale borroka o, por decirlo de manera clara, fuimos víctimas de un terrorismo puro y duro".

La nueva faceta profesional de este Lois Pena Vieitez que reside en Mahón, "aunque procuro cada mes hacer una visita a Galicia", sorprenderá a no escasos lectores: "Pues sí, junto a mi actual pareja, me dedico a realizar terapias y cursillos para profesionales inspirados en el Reiki. Ambos tenemos el título de maestros de Reiki tradicional japonés y tibetano". Para no iniciados, es preciso aclarar que, desde el punto de vista de la medicina, el Reiki es una práctica de inspiración oriental, considerada como medicina complementaria y alternativa que algunos hospitales y clínicas aplican a sus pacientes para conseguir su sanación a través de la denominada "imposición de manos", canalizando cierta supuesta "energía vital universal". Desde el punto de vista científico, no se le ha encontrado ningún efecto positivo más allá del placebo. En su idioma original, el japonés, Reiki significa "poder espiritual, atmósfera misteriosa" y, aunque ninguno de sus seguidores lo considera una religión, sí que al menos recibe la consideración de creencia". No es lo mismo que el yoga, aunque guarda ciertas similitudes y, en Galicia, una práctica similar al Reiki es la que todavía hoy utilizan algunos curanderos que "sanan con las manos".

"Sí -reconoce Pena- ya sé que mi nueva faceta profesional sorprenderá a muchos pero, afortunadamente, todos tenemos derecho a evolucionar, y yo personalmente he encontrado en el Reiki una paz interior que jamás había experimentado hasta que lo conocí. Es una faceta que a mí me ayudó mucho en su momento como terapia y que, además, ahora como terapeuta, me hace sentir que hago algo positivo por los demás".

El cómo llegó a hacerse Lois Pena maestro de Reiki lo contaremos más adelante. Antes es preciso detenerse en ciertos sucesos de aquella volcánica legislatura que primero acabó con su dimisión como alcalde y, después, por decisión propia, con su carrera política, que no con sus ideales: "Por supuesto, yo ya no milito en el PSOE ni en ningún partido -explica- pero aunque me dedico a una profesión muy pacífica, mis ideales siguen siendo los mismos. En Mahón, en Mallorca o donde esté en ese momento, procuro no perderme ninguna manifestación contra los recortes, estoy totalmente de acuerdo con el movimiento del 15-M y he firmado las reivindicaciones de la iniciativa popular de las plataformas que defienden los intereses de los afectados por las hipotecas y las preferentes".

Desde el primer pleno

El mismo día en que tomaba posesión, por segunda vez, como alcalde (lo había sido en la anterior legislatura gobernando en coalición con 5 concejales suyos con el apoyo de los ediles del BNG y el PCE) Lois Pena se encontró con que el pleno de investidura era boicoteado por los trabajadores y trabajadoras de Massó, cuyos puestos de trabajo estaban seriamente amenazados por la inminente quiebra de la histórica empresa conservera: "Era un conflicto con el que yo no tenía nada ver pero, bueno, como alcalde hice lo que pude, lo mismo que hice lo que pude cuando surgió el conflicto con el transporte de ría, en el que la alcaldía tampoco tenía culpa ninguna. Hasta me trasladé a Madrid para tratar de buscarle una solución pero, en aquel momento, ya nada de lo que hiciera le parecía bien a los que habían sembrado la semilla del odio contra mí y contra mis concejales".

Pero lo que era una legislatura accidentada estalló cual bomba de relojería con el aumento de la contribución, lo que popularmente se conoció como el catastrazo. Desde el Gobierno central, entonces presidido por Felipe González, se instó a todos los ayuntamientos a actualizar el valor de las tasas de la contribución urbana, y Pena eligió, ante un espectro de subida permitida de menos a más, el máximo. ¿La consecuencia? Que, en porcentaje, numerosos vecinos sufrieron un incremento del impuesto de un 500%, lo cual se reflejó en casos en que propietarios de solares que hasta aquel entonces abonaban 6.000 pesetas al año, a partir de ese instante pasaban tener que pagar 70.000. La "actualización" del valor de los solares -por otra parte de todo punto necesaria puesto que las tasas anteriores estaban anticuadas- aplicada de golpe sonaba a un auténtico atraco. De nada le valió a Pena rectificar y prometer la subida mínima en lugar de la máxima. A esas alturas, el 1 de junio 1989, el último pleno presidido por Lois Pena reventó por los aires y provocó la intervención del grupo de asalto de la Guardia Civil y una auténtica batalla campal por las calles de Cangas entre los manifestantes y las fuerzas de orden público.

Días después, los partidos de la oposición convocaron retenes de vecinos para que, a partir de esa fecha, en el Ayuntamiento no pudiese entrar nadie, salvo los funcionarios. Pena seguía en la alcaldía,sí, pero gestionando desde el Ayuntamiento de Vigo.

"En lo que a mí respecta -recuerda Pena Vieitez- y aunque, como le dije antes, yo sentí mi esfera privada invadida desde el primer momento en que salí reelegido, fue precisamente a partir de ese pleno que ya no pude darme un paseo tranquilo por mi pueblo. Claro que eso a mí me afectó poco, porque ya tenía fijada mi residencia en Vigo. La peor parte se la llevaron los concejales y los militantes de los partidos que eran constantemente acosados en la calle y en sus propias casas. Para ellos, fue toda una pesadilla. La frase más común era la de hai que botalos ao mar! No botaron a ninguno, gracias a Dios, pero a compañeros como José Antonio Otero le dieron una paliza que casi lo matan cuando se tomaba un cafe en un bar y a un concejal nuestro le quemaron el quiosco y le arruinaron la vida. Eso, por citar solo dos ejemplos ".

En esta situación de parálisis política y agitación social, el 4 de julio de 1989 fallecía la exesposa de Lois Pena, Ángeles Fernández, de 41 años de edad. Se sabía que Pena, auque separado desde hacía meses de ella, iba acudir al entierro, y, con él algunos concejales socialistas de Vigo. Y el sepelio se convirtió, en palabras del propio alcalde, en el "el episodio más vergonzoso de la historia de Cangas, un horror que tardará mucho tiempo en olvidarse" y , a la postre, la raíz que propiciaría meses después su dimisión.

Todavía permanecería algunos años más vinculado a la política, desempeñando diversos cargos en la Ejecutiva del PSdeG en Santiago, pero en 2003 sufre un grave accidente vascular que lo lo obliga a ingresar varias semanas en el hospital. Fue en esa época cuando conoció a su actual compañera sentimental, quien fue la que lo convenció para que se iniciase en el Reiki. Trasladó su residencia a la localidad balear de Mahón, "aunque espero volver a residir en Vigo en cuanto tenga la oportunidad", y se define como un hombre "currante y feliz" al que ni siquiera molesta que recordemos aquellos dramáticos sucesos: "Mira, yo ya he perdonado a todos, ya lo hice hace mucho tiempo, no les tengo odio ni resquemor, incluso no tengo ningún inconveniente en saludar a mis antiguos enemigos cuando voy a Cangas pero, eso sí, tengo memoria, y todavía no he escuchado a nadie disculparse por lo que me hicieron a mí, a mis compañeros y a mi familia. Porque yo ya no digo que me pidan perdón a mí, que a fin de cuentas ya no vivo allí, pero sí que deberían hacerlo a mis compañeros y a sus familias".