Treinta jóvenes con discapacidad, usuarios de la Fundación Menela, el Centro de Educación Juan María y la asociación Igualarte, recibieron ayer su bautismo "surfero" en la playa Patos. La iniciativa del Club Surfeiros, que contó con la colaboración del Concello de Nigrán y la Federación Galega de Surf, resultó un éxito que sus organizadores esperan repetir pronto.

"La experiencia ha sido muy buena, los chavales lo han gozado y ya estamos pensando en repetir", aseguró Antonio Díaz, uno de los socios fundadores del club y coordinador de esta actividad pionera que no descartan en consolidar como algo más estable. "Quizás se podría crear un grupo que viniese todos los meses, pero eso es algo que aún tenemos que estudiar", explicó.

Antonio Díaz recordó que en la actualidad no existe un circuito de surf para personas con discapacidad, como ocurre con otros deportes, aunque "podría desarrollarse en el futuro". Por el momento, "que al menos sea una posibilidad de diversión".

En el surf "la dificultad se la pone uno mismo", apuntó Díaz, que dice no entender las reticencias de muchos ante la posibilidad de extender su práctica a personas con movilidad reducida o con cierto grado de dependencia. "Obviamente no hablamos de coger muros de agua, pero la simple sensación de deslizarse en el agua, de desenvolverse sobre la tabla es algo accesible a la mayoría", señaló.

Un equipo de ocho monitores sirvió de apoyo a los dos grupos de quince chicos que en horario de mañana y tarde participaron en el taller, en el que "muchos se han desenvuelto con gran soltura", indicó Antonio Díaz, quien destacó además los beneficios "terapéuticos" que esta independencia durante el trabajo en el agua ofrece a las personas con discapacidad.

Enfundados en trajes de neopreno, los alumnos recibieron, antes de lanzarse al agua, instrucciones sobre los materiales necesarios y su utilización. Ya en la playa, guiados por los monitores realizaron una sesión de estiramientos y tuvieron su primer contacto con la tabla.

Ya en el agua, cada uno en la medida de sus posibilidades, los chicos pudieron "cabalgar" sobre las olas, sentir el viento en la cara y disfrutar de una jornada de playa. También se organizaron juegos para los que se resistieron a entrar en el mar.