Adelina Fernández Rodríguez, tudense de 88 años de edad, viuda sin hijos y con ocho perros que cuida en su casa paterna de la rúa Tenencia, tiene la virtud de una clara memoria, sobre todo cuando llega la hora de explicar el origen de su amistad con Luis Terricabres Molera "Terri". Él fue un artesano catalán que falleció en el año 2000, a quien el día 5 de enero de 1939 regaló el jersey que ella llevaba puesto, cuando vio que el joven tiritaba de frío junto a otros soldados republicanos prisioneros que esperaban en el Paseo de Calvo Sotelo.

"Eran las siete de la mañana y yo iba a buscar el número para comprar carne en la plaza de abastos. Me dieron uno muy alto y propuse a mi amiga Olivia dar un paseo hasta la parada del autobús, que era lo más entretenido que había entonces en Tui", cuenta. Allí es donde coincidió con el grupo de presos, custodiados por otros soldados. "Me acuerdo que hacía mucho, mucho frío, y que yo llevaba puesto un jersey, una chaqueta y el mantón de mi madre". Al ver el panorama, se quitó el jersey y se lo puso por encima de la guerrera al que estaba más cerca. "Le quedaba corto, pero algo le abrigaba, pensé". El joven Terri habló con ella para darle las gracias, pedirle su dirección que anotó en un papel y, encomendarle la misión de que "si no recibía noticias suyas en unos días, fuese yo quien escribiese a su madre para decirle que había muerto". Y le entregó la dirección.

Pasaron pocos días y Adelina tuvo la alegría de recibir una tarjeta del preso escrita el 6 de enero, justo en el día siguiente a haberse conocido. A partir de entonces la correspondencia fue frecuente. Así supo que estuvo encarcelado en Deusto, en la cárcel Modelo de Barcelona y en el campo de trabajos forzados de Marruecos, desde donde le envió una foto, explicándole que estaba enfermo. Era el año 1947. A partir de esa fecha se cortó la comunicación.

Pero en el verano de 1989, justo a los 50 años del primer encuentro, Terri y su mujer se presentaron en Tui, buscándola. El encuentro fue muy emotivo. "Les llevé hasta mi casa, les puse unas galletas y a ella le regalé dos bandejas que yo había hecho", recuerda. Poco tiempo después, celebraban en Mataró (Barcelona) esos 50 años del primer encuentro y Adelina le visitó en varias ocasiones más.