El ex banquero tudense Mario Conde Conde comenzó a rodar un documental sobre su vida y trayectoria, eligiendo como parte del escenario diversos lugares de Tui . El hombre que llegó a la cota más alta del poder en España y en el que también se cebó el infortunio, dando con sus huesos en la cárcel, está poniendo imágenes a sus recuerdos, paisajes y paisanajes.

La céntrica cafetería bar Aloya de Tui era el lugar que eligió para tomar las anotaciones y observaciones con el equipo de la productora Pura Magia, que se encarga de realizar la filmación. Ocurría el pasado lunes, el día grande de las Festas de San Telmo, patrono de Tui, mientras las calles estaban llenas de público. Mario Conde ocupó una de las mesas cercanas a la entrada y le atendieron como a un cliente más, preservando su anonimato. Más tarde, quizás por casualidad, un amigo de la infancia, Juan Cela Rivas, que ha perdurado a lo largo del tiempo, pese a los avatares de la vida, acudió a saludarle, recibiendo unas breves explicaciones sobre este proyecto en el que, a lo mejor, también aparece su imagen. En la mañana de ayer, antes de tomar el avión hacia el aeropuerto madrileño de Barajas, Conde visitó la catedral, como siempre ha hecho cuando ha estado en su ciudad natal, quizás para refrescar sus recuerdos de uno de los días más felices de su vida, su primera comunión, como recordó públicamente hace años, cuando todo era diferente y llegó triunfal, en olor de multitudes. Su secretaria confirmó que “ha recorrido también la zona más céntrica”, en referencia al Paseo de la Corredera, donde tenía su casa paterna y residió durante sus primeros años. Son numerosos los tudenses le recuerdan de niño, con su bicicleta. Ahora tiene 61 años de edad, y fue el primero de su promoción como abogado del Estado. Se hizo famoso junto al financiero Juan Abelló y llegó a la cúspide de las finanzas, siendo elegido presidente de Banesto, con amistades en la realeza. Una intervención del Banco de España, alegando un agujero patrimonial, le llevó a prisión. Ahora su vida, ya sin rejas y con tristes ausencias, es como resurgir del fango.