Aún no se había terminado la obra y los marineros ya comentaban el curioso ruido que salía de las casetas cuando el viento se colaba entre los orificios metálicos. Pero nunca hasta ayer se había dejado notar tanto este ruido que parecía la banda sonora de Cangas y que desesperaba a más de uno, incapaz de reconocer de dónde venía ese condenado ruido que le estaba volviendo loca la cabeza. Porque no es música celestial ni cantos de sirena lo que sale de esta estructura metálica que lleva las firmas de Jesús Irisarri y Guadalupe Piñera. Cierto que en Japón se diseñan arquitectura capaz de colaborar con el viento para hacer música, pero no es música precisamente lo que se deja sentir en todo Cangas. Muchos siguen desquiciándose con el sonido del viento en las casetas, otros ya parece que e acostumbraron a ese susurro penetrante que se mete poco a poco en los rincones de oído interno. En el pasado mes de octubre, Jesús Irisarri, con motivo de la consecución del premio FAD de arquitectura en Cataluña, comentaba que se trabajaba en un proyecto para poner fin a esta maldición marinera, que va camino de convertirse en una leyenda más temida que la del "Holandés errante". El viento del suroeste debió de soplar ayer con fuerza porque los silbidos del viento filtrándose en la estructura metálica de las casetas se dejaba escuchar con fuerza en casi toda la villa.

Un grupo de viajeros que se acercaron a Cangas ayer para disfrutar de una comida no daba localizado la fuente de ese ruido que se metía en sus cabezas. Los visitantes no salían de su asombro cuando se les explicaba el origen. Pero no hay mal que por bien no venga._Quizás este sonido de fondo con el que ahora cuenta Cangas se pueda convertir en el futuro en un centro de atracción turística.

Irisarri asegura que la obra se concibió como una estructura permeable que permitiera ver el trabajo de los marineros, no como algo compacto que supusiera un nuevo tapón en la boca de la ría de Vigo. Reconoce que el problema del ruido no se advirtió, de lo contrario se abordaría la obra como en Japón; es decir que el ruido fuese música.