Similar en su forma al berberecho, la almeja asiática de agua dulce Corbicula fluminea, está dando mucho que hablar , debatir y escribir. Su presencia en el estuario del río Miño se detectó en 1990 y desde entonces su población no ha dejado de crecer a pasos agigantados, asentándose río arriba, con las consecuencias que acarrea para otras especies. En el último Congreso sobre la cuenca del río Miño, celebrado en Vila Nova de Cerveira (Portugal), el bivalvo fue protagonista con diversas ponencias, planteándose la posibilidad de su comercialización, previa depuración.

El molusco, de la subclase de los prosobranquios, mide unos dos centímetros de ancho. Su concha es parecida a la de la almeja de mar, pero con círculos concéntricos en la superficie y desgaste en ambos vértices. Es hermafrodita, su incubación es branquial y tiene una capacidad de reproducción por ejemplar de 70.000 larvas por año.

La realidad actual es de público conocimiento: ha entrado en la cadena alimentaria, pues son numerosas las personas que las capturan "en sacos", muchas para consumo propio, como han descrito testigos. "Las preparan como si fuesen verdaderas almejas, con salsas", decía uno de ellos, asegurando que no las ha probado, pero según le han contado "tienen buen sabor, a pesar de ser de río".

El naturalista Estanislao Fernández de la Cigoña, que asistió al Congreso sobre la cuenca del río Miño y tiene diversas publicaciones sobre esta especie invasora, explicaba ayer que "he detectado su consumo en localidades cercanas a la desembocadura del Miño". En sus publicaciones sitúa el origen de la aparición del molusco desde el Algarve portugués, mezclado con almejas japonesas importadas. Señala como otros usos actuales el de cebo para pesca deportiva. Indica como otras utilidades posibles su uso como suplemento de proteína y calcio para cría de animales, y fertilizante de suelos.

Como consecuencias negativas, explica que obtura sistemas de aguas industriales, canales de irrigación y hasta cañerías que llega a atascar, cita, como figura en el texto del libro "Microinvertebrados de las aguas dulces de Galicia", de Marcos A. González y Fernando Cobo, además de "Miscelánea zoológica", de su propia autoría.

Fernández de la Cigoña relata que "incluso se achacó la escasez de solla en el Miño a la abundancia de esta almeja", pues la solla deposita sus huevos sobre la arena y la almeja, que está situada por debajo, al desplazarse, desprende los huevos. El naturalista ha contemplado también como gaviotas capturan almejas que dejan caer desde una altura, para romper sus conchas y comer su carne.

"Llegan a extraerse toneladas de esta almeja del río y no se sabe dónde se venden", explica. Es partidario de que se regule la extracción de la Corbicula fluminea, para su posterior venta previo paso por una depuradora y destaca, como beneficio, que. "sería otro ingreso interesante para los pescadores".