Hace setenta años fue la mayor innovación introducida por Antonio Palacios en su obra más importante en la comarca; hoy es, quizás, uno de sus mayores puntos débiles. La vidrieras del Templo Votivo del Mar de Panxón, de vidrio industrial montado sobre hormigón, son, a juicio del arquitecto vigués Francisco Castro, "presentan serios problemas de conservación, ya que el efecto de la humedad, el calor y el viento han contribuido a que revienten y se vengan abajo".

Castro ha emprendido junto al párroco de Panxón, José Diéguez Dieppa, una campaña con la que pretenden implicar a las administraciones en la recuperación de la iglesia, un trabajo "costoso", reconocen, pero imprescindible para conservar una pieza patrimonial de incalculable valor.

Se han puesto en contacto ya con la Dirección Xeral de Patrimonio y con el Concello de Nigrán, pero sin demasiado éxito. "En ocasiones piensas incluso que Palacios no goza del beneplácito de la clase política y es una pena", apunta el arquitecto.

Además del evidente deterioro que sufren las vidrieras, el templo requiere una inspección exhaustiva que determine también las causas de las humedades y goteras que, sobre todo durante el invierno, invaden el edificio.

El verdín se resiste a desaparecer en algunas zonas del interior de la iglesia incluso en verano y los días de lluvia el agua que se desliza por los muros amenaza incluso con arruinar las imágenes de San Juan y la Virgen del Carmen. "En invierno hay días que el agua cae casi a chorro y tengo que tapar las imágenes con plásticos para que no se estropeen", asegura el párroco.

Grietas

A José Diéguez también le preocupan dos grietas horizontales de aproximadamente un metro de largo que han aparecido en el torreón. "Lo consulté y me han dicho que no hay riesgo de que se venga abajo, pero siempre te queda la duda", apunta el sacerdote.

Por su parte, el arquitecto Francisco Castro señala, en la misma torre, su cuerpo superior. "Cuatro figuras representan los cuatro puntos cardinales y a una de ellas ya le falta la cabeza", explica.

Los desprendimientos han dado ya más de un sobresalto al párroco, que recuerda el susto que se llevaron un día él y una mujer a la que estaba confesando cuando oyeron un "golpe tremendo" que resultó de la caída de parte del hormigón de una vidriera.

El modo y los materiales con los que se construyó el templo explican en parte su estado de deterioro apenas 70 años después de su inauguración, en 1937. "Habría que recordar que se levantó gracias a las aportaciones de los vecinos, que contribuían con dinero o incluso con materiales reciclados", advierte Francisco Castro.

Los muros, de mampostería tosca, "son bastante finos y eso impide un buen aislamiento del exterior", añade el arquitecto, que defiende la necesidad de una actuación urgente que recupere la "genial" obra del porriñés Antonio Palacios.

Inversión

Francisco Castro es realista en cuanto al coste de la actuación. La inversión que se necesita "podría rondar los dos millones de euros, pero para hacer una estimación exacta sería preciso hacer un proyecto de reforma que determinase con exactitud las necesidades y los metodología de trabajo", señala.

Por el momento, Castro ha reconstruido de forma altruista los planos de alzado y planta del edificio, "que no existían y resultan muy útiles para identificar los problemas antes de resolverlos", apunta.

Pero hay algo que los planos no pueden reproducir: la luz. El arquitecto insiste en que son las vidrieras, de aspecto austero e industrial, el elemento de mayor valor artístico del templo votivo. "El tratamiento de la luz que consiguen es espectacular y sería terrible que se perdiera", señala.