Antonio Pinacho / REDONDELA

Llevan siglos resistiendo el paso del tiempo, pero basta con un simple golpe de un coche para acabar en un instante con tantos años de historia. Los "cruceiros" de Redondela tienen en los vehículos a su particular enemigo. Su situación al borde de la calzada y la falta de elementos de protección hacen que este tipo de piezas artísticas sean especialmente vulnerables al paso de vehículos.

El municipio de Redondela, en los últimos tres años, registró al menos cuatro accidentes en el que resultaron dañados estos elementos centenarios. El cruceiro de Pousadouro, en Reboreda, fue derribado por un camión en 2005, y nuevamente en 2007, mientras que el de Ceceira también sufrió importantes desperfectos el pasado año por el mismo motivo.

El último cruceiro dañado fue el de Camiño de Folón, en Chapela, un valioso elemento de la arquitectura popular construido en la segunda mitad del siglo XVIII, aunque en este caso su base de piedra amortiguó los golpes de vehículos. Sin embargo, los daños en el pretil habían desnivelado su fuste, que entrañaba riesgo de caída.

El gobierno local invirtió un total de 19.464 euros desde 2005 en reparar los distintos cruceiros, una labor encargada por el Ayuntamiento a la Escola de Canteiros de Poio. Las facturas alcanzaron los 7.668 euros en el caso de Cedeira; en las dos intervenciones en Pousadouro fueron 5.396 euros ; y en Chapela, un total de 6.400 euros. En este último caso, además de las tareas de rehabilitación, se desplazó unos metros de su antigua ubicación para protegerlo del tráfico, con la autorización de la Dirección Xeral de Patrimonio.

Otros casos

Los casos de agresiones de vehículos al patrimonio no sólo afectan a los "cruceiros". Desde hace meses la fuente de la Progresiva, también conocida como Uñica, en el barrio de Laredo (Chapela) se encuentra destrozada y con sus piezas amontonadas en la calzada debido a la colisión de un camión.

También el conjunto megalítico de Monte Penide ha sufrido daños por los vehículos. El pasado año al menos dos mámoas fueron golpeadas por un tractor que realizaba tareas de desbroce, y los petroglifos sufren el paso de motos de cross y bicicletas de montaña.