El edificio que ocupan cuenta en la planta baja con aseos para el público que no se mantienen a diario, por lo que hay días en que los malos olores ofenden a las personas que deben pasar a poca distancia para acceder al piso superior, donde están las oficinas. Hasta allí llega muchas veces su olor apestoso, como ocurría hace unas semanas, porque finalizó el contrato de la empresa de mantenimiento, que costea la Consellería.

Otro problema añadido es el patio acristalado, al que se le caen los vidrios de la cubierta, con peligro de dañar a quien pase por debajo. Además no hay aislante, con lo que todo el edificio se convierte en un horno en verano y en una heladera en invierno, algo que se combate con ventiladores y calefacción.