Alejandro Bastos Fernández, actual portavoz del Partido Galeguista en Redondela, se sentó ayer en el banquillo de la Audiencia de Pontevedra para ser juzgado por un supuesto delito de acoso sexual y otro de abusos sexuales que le atribuye la acusación particular. Bastos iniciaba la vista sin ningún tipo de imputación por parte de la Fiscalía, pero el Ministerio Público modificó sus conclusiones al término de la misma y decidió formular acusación contra el edil por un presunto delito de abuso en el ejercicio de sus funciones como cargo público. Por ello, pide una condena de un año de cárcel y seis años de inhabilitación.

El fiscal cree que no existe ningún delito de abuso o acoso sexual pero ahora hace suyo parte del escrito de acusación formulado por el abogado de la víctima, una mujer de Redondela que asegura que el edil, entonces en el Partido Socialista que gobernaba en un tripartito con BNG e IU, le ofreció trabajo en el concello a cambio de favores sexuales.

El acusado insistió ayer en que todo este proceso judicial es fruto de una "maniobra política muy grande" y negó que hubiera ofertado ningún puesto de trabajo a la víctima y a otra mujer, entre otras cosas, porque no tenía capacidad para hacerlo: "Les dije una y mil veces que yo no decidía", dijo.

La denunciante mantuvo ayer su versión de los hechos y aseguró que en diciembre de 2002 el acusado se puso en contacto con una amiga suya a quien le habló de la posibilidad de una contratación laboral en el Concello, donde ya habían trabajado. Tras tomar algo en una cafetería de Redondela, afirmó que el procesado las invitó a cenar a Porriño y luego las llevó a una discoteca de Pontevedra, "para celebrar la buena noticia" de su próxima contratación laboral. Sostiene que, una vez allí, le pidió a la otra mujer que los dejara solos y que entonces le insinuó la posibilidad de mantener relaciones sexuales para obtener el trabajo. Aseguró que, pese a su resistencia, la agarró, la besó en el cuello y le manoseó las nalgas. Dijo que incluso le regaló un reloj y que en los días siguientes la llamó insistentemente al móvil.

Alejandro Bastos negó que besara o tocara a esta mujer y dijo que fueron ellas quienes se pudieron en contacto con él y se subieron a su coche. Negó que le pidiera a su amiga que los dejara solos en la discoteca y asegura que eran ellas quienes después le dejaban llamadas perdidas en el móvil.

El acusado afirma que él no podía contratar a nadie, pero ellas insisten en que ésta no era la percepción que tenían, ya que en ocasiones realizaba entrevistas personales con los trabajadores.

La acusación particular pide una pena de dos años de cárcel y diez de inhabilitación por el delito de acoso sexual y una multa de 24 meses por el de abuso sexual.