A sus 26 años, la tudense Rocío Medina Ramírez habla siete idiomas (italiano, portugués, francés, inglés, alemán-medio, finés-básico y japonés-muy básico), además del castellano y el gallego. Actualmente realiza el doctorado en Traducción y Paratraducción en la Universidad de Vigo, donde hace tres días logró un sobresaliente en la lectura de su original trabajo de investigación tutelado, basado en la cultura nipona y en los dibujos animados que produce ese país. Le han inspirado sus "preferencias infantiles con series como Ranma 1/2". Está convencida de que "los gallegos tenemos una influencia enorme de la cultura japonesa" a través de esas populares series de dibujos. A nivel personal, su clara vocación es traducir, por lo que este mes comenzará a trabajar en una empresa británica como coordinadora/manager de proyectos de traducción.

- ¿Por qué eligió esa cultura para su investigación?

- Tenemos una enorme influencia de la cultura japonesa a través de las series de dibujos animados que tanto gustan a los niños y que atraen, aunque algunas no sean precisamente para público infantil. En mi caso, despertó mi interés la serie que veía de niña, "Ranma 1/2", una de mis preferidas.

- El informe del departamento de Traducción y Lingüística de la Universidad de Vigo valora su análisis de esas películas que reflejan personajes tópicos de la cultura nipona. ¿Qué conclusiones principales ha obtenido?

- Reflejo rasgos culturales más destacados, hablo de los samurai porque me apasiona su código basado en el respeto y el honor. Los japoneses se vuelcan en la perfección y en el respeto.

- Para profundizar en una cultura, debe conocerla a fondo...

-Vivo en Guildford, cerca de Londres. He asistido a ceremonias del té en el Museo Británico y en la Universidad de Surrey estoy en contacto con grupos de estudiantes japoneses, con los que me relaciono. Les pregunto por su cultura y así tengo una visión cercana. Sigo estudiando japonés, algo que me llevará mucho tiempo. Sé algunos kanji (ideogramas) y les entiendo bastante cuando hablan.

- ¿Qué es lo que más admira y lo que critica de esa cultura?

-La pasión por la perfección, como la técnica para arreglar las flores o ikebana. De los samurai admiro su código para respetar a los superiores, el honor. No me gusta el harakiri, el suicidio ante una derrota o humillación que ellos ven como un acto valiente, mientras los demás lo consideran una cobardía. Reconozco que en la cultura nipona, no todo es "vida en rosa".

- ¿Ha encontrado algo en común entre gallegos y japoneses?

- Lo afincados que están en la tradición, un punto de vista exclusivamente mío.

- Y respecto a la mujer de ese país oriental, ¿qué ha observado?

- Las geishas se formaban en el arte, con grandes sacrificios, para complacer al cliente. Son muy educadas y muy cultas. Cuando los norteamericanos establecieron sus bases en Japón, se llegó a pensar que eran prostitutas. La razón es que las confundieron con mujeres que se hacían pasar por ellas para obtener dinero a cambio y poder sobrevivir.

- ¿Y la evolución de la mujer actual?

- Ha dado un enorme salto, como reconoce A. E. Imamura en su artículo The Japance family faces twenty-first century challenges. Antes, su primer objetivo era cuidar de la familia, luego empezó a ir a la Universidad, buscó trabajo y se ha convertido en una profesional competente.

- ¿A dónde desea llegar con sus estudios?

- Me gustaría que en las Universidades hubiese más flexibilidad en programas docentes. Sería atractivo que abriesen áreas de investigación sobre fenómenos sociales, como el fan sub, organizaciones de aficionados que se encargan de subtitular series japonesas en cualquier idioma. Sería una forma de motivar a los estudiantes en áreas no exploradas. En cuanto a mi vocación: soy traductora.