En la frontera de lo inexplorado
Aspas iguala los 533 partidos oficiales con el Celta del Gran Capitán y anticipa: «Es un orgullo poder superar a Manolo, que para nosotros es una leyenda»

Aspas jalea al público. | Alba Villar

El pasado es siempre otro planeta. En ocasiones, sin embargo, se produce esa alineamiento astral que funde las eras. Iago Aspas y Manolo Rodríguez se observan ahora mismo a los ojos. Los dos han acumulado 533 partidos con la camiseta céltica. Al regreso del descanso, tan pronto salte al césped, ya nadie acompañará a Aspas en su cima estadística. Sabe, con todo, que incluso él ha transitado por los caminos que otros pavimentaron. «Es un orgullo poder superar a Manolo, que para nosotros es una leyenda», declaró a la conclusión del encuentro.

Manolo y Aspas, con Carlos y Marian Mouriño. | RC Celta
La historia de Aspas, aunque se vaya abismando a su epílogo, sigue acumulando capítulos: el niño que mintió sobre su edad para enrolarse en la cantera; el adolescente rebelde que pudo haberse extraviado; el meritorio al que tantos entrenadores ignoraron hasta aquel debut el 8 de junio de 2008, en Salamanca, e incluso después; el salvador de su club ante el Alavés; el artífice de un ascenso y tantas permanencias, forzando su musculatura y sus lágrimas; el hijo pródigo que regresó porque se alimenta de las energías telúricas que emanan de la ría y de la devoción de sus gentes; el astro que lloró en Old Trafford y que ha cumplido su promesa; el desquiciado expulsado en Riazor que se ha redimido decidiendo tantos derbis...

Manolo y Aspas, con Carlos y Marian Mouriño. / RC Celta
Es muy probable que esta sea su última temporada. Pero competirá hasta el último segundo. Para él nunca ha existido el mañana. Le domina más la amargura del empate que la dulzura de los datos y los homenajes. «A poco», dice sobre el sabor de ese punto, «y más cuando te ves ahí abajo y toda la segunda parte con un futbolista más, atrincherándolos en su campo. Sabemos que al Atlético cuesta mucho hacerle ocasiones,que las hemos tenido. Necesitamos encontrar esa primera victoria en la Liga. Lo hemos intentado hasta el final y no ha podido ser».
Pero lo inmediato no debe distraer de lo trascendente. «Doy las gracias a mi familia, que me traía a Vigo. Soy de un pueblo a 20-25 kilómetros, mis padres trabajaban por las tardes y nos buscábamos las habas para poder venir. Entré en el club en 1996, hace casi 30 años», explica en los micrófonos de Movistar Plus. «Doy las gracias a mi familia por todo lo que hicieron por mí y al club».
Manolo, que jugó entre 1966 y 1982, no hubiera podido abandonar el Celta aunque hubiera querido. El club vigués siempre ejecutó el derecho de retención, que permitía prolongar unilateralmente los contratos de los futbolistas elevando su salario en un determinado porcentaje. Aspas, en cambio, se fue traspasado al Liverpool y regresó desde Sevilla con estatus de estrella. La longevidad de Manolo resistió a peores campos, entradas criminales y una ciencia médica no tan avanzada en varios procedimientos. La de Aspas, a la tentación de la retirada con el estómago saciado. Ambos, en sus respectivos contextos, constituyen prodigios improbables. Cuando Balaídos se llenó en el homenaje a su Gran Capitán, nadie creyó que sus números se podrían emular. No lo consiguió Hugo Mallo, más joven en la vida y prematuro en la plantilla profesional que Aspas. Este, además de la constancia, ha alcanzado esos 533 partidos resolviendo a su favor otros debates: el mejor jugador y el más importante –no necesariamente lo mismo– en la historia del club. Aspas se interna en territorio inexplorado. Nadie le ha cartografiado lo que aguarda al otro lado del horizonte. Pero sus antecesores lo observan con el mismo orgullo que él les profesa.
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