El maestro del suspense
El Celta se jugará su presencia en Europa en la última jornada tras perder ante el Rayo en un partido donde no supo manejar la ventaja en el marcador
Pocos equipos hacen tanto por el suspense como el Celta, maestro del thriller y rey de la intriga, que no podía desaprovechar la ocasión de regalar una última jornada agónica en la que se jugará en Getafe su participación en Europa tras darse un severo trompazo contra el entusiasta Rayo Vallecano que se llevó los puntos de Vigo cuando la ciudad ardía de entusiasmo ante la posibilidad de certificar el billete europeo. Dos errores defensivos alfombraron el camino del equipo de Iñigo Pérez que remontó el gol de Marcos Alonso y luego resistió con orden la carga desesperada durante el segundo tiempo del Celta en busca de ese gol que diese a sus fieles la excusa para vivir una larga noche por las calles de la ciudad. Quedó aplazada para el próximo fin de semana.
Es una evidencia que el guionista de la historia del Celta es un absoluto degenerado. A este equipo le suceden siempre cosas extrañas como que en un día tan señalado le marque su primer gol de cabeza un futbolista de poco más de metro sesenta o que en el descuento un defensa rival salve de espaldas y sin querer un remate que iba hacia la portería vacía y la pelota caiga en las manos del portero que estaba desmayado en el suelo.
Detalles que arruinaron un mal día de los vigueses pese a que la tarde no podía comenzar mejor porque en la primera llegada al área Mingueza conectó con Williot y el disparo de este encontró el brazo de Lejeune despegado del cuerpo. Pulido Santana pitó el penalti y Marcos Alonso se dio el gusto de recordar la pasta de la que está hecho al ejecutar un «Panenka».

Las mejores imágenes del Celta-Rayo (con C. Tangana incluido) /
Todo fue un espejismo: la llegada del Celta y la entereza de Marcos Alonso, que apareció en la foto de los dos goles del Rayo Vallecano. El empate de los madrileños puso de manifiesto la flojera que tenía el equipo de Claudio, desactivado por la presión rayista y blando en su área. Espino recibió en un costado y Mingueza le animó al centro dándole todo el tiempo del mundo. Isi, un renacuajo que juega al fútbol como los ángeles, aprovechó el despiste de Marcos para colarse a su espalda y cabecear a la red de forma plácida.
El Celta estaba a disgusto en Balaídos. Por mucho que gritase y animase el graderío los de Claudio se vieron en un traje que no le sentaba bien. Culpa del Rayo que entorpeció su salida gracias al trabajo de sus atacantes y medios, incansables en la persecución; y de sus propios errores con la pelota. Salvo un par de arrancadas de Mingueza, otra de Williot y detalles aislados de Fer López a quien Iñigo no quería permitir el giro, el Celta se vio incapaz de presentarse en el área del Rayo.
Claudio había dejado en el banquillo, tal vez pensando en madurar el partido, a Aspas y Borja Iglesias, pero el equipo no encontró el camino. Atenazado, impreciso, superado en las disputas...el Rayo se sintió cómodo con su plan en un partido en el que apenas existían las porterías y todo se negociaba en una franja de pocos metros donde Unai y Oscar Valentín ganaban la partida a Beltrán y Moriba a la espera de castigar una vez más la banda defendida por Ristic y Marcos Alonso. Fue precisamente por allí, en el descuento, cuando llegó el desastre porque De Frutos recibió de Ratiu un pase en el corazón del área con toda la defensa del Celta hecha un ovillo. Otro error en la marca de Alonso, demasiado lejos esta vez de Yoel Lago. El atacante recortó al canterano y fusiló a Guaita justo antes de coger el camino de la caseta.

Alba Villar / Jaime Conde
Fiel a la costumbre impuesta desde su llegada el Celta de Claudio mudó su cara en el segundo tiempo. Adelantó las líneas y cambió su forma de ir a las disputas para convertir en una tortura la salida de los vallecanos. El partido empezó a jugarse en la zona del campo que le interesaba al Celta. Ahí estaba el pasaporte para viajar una temporada por Europa.
En la primera llegada la tuvieron Javi Rodríguez y Fer López cuyo remate sacó bajo palos Balliu de forma casi incomprensible. La ocasión lanzó un mensaje inequívoco. El Rayo sangraba al fin y sus jugadores ya no llegaban tan rápido a tapar los espacios que comenzaban a abrirse. Poco después fue Williot quien trató tanto de ajustar el remate que lo envió un palmo fuera.
Pausa de hidratación
El Celta se encendió y durante veinte minutos sometió al Rayo Vallecano con una secuencia de centros, saques de esquina y remates más o menos afortunados que excitaron el ambiente. Aunque Íñigo cambió su medio del campo en busca del vigor perdido quien acudió en auxilio de los vallecanos fue la pausa por hidratación del minuto setenta. Estaba el Rayo en ese momento en el que se agarraba como podía a la cuerda que le sostenía con vida, estaba a punto de quebrarse y la salida se la ofreció el reglamento. Porque después de beber la historia fue distinta.
El equipo se rearmó, se organizó con criterio y al Celta le empezaron a escasear las ideas. Claudio dio entrada a Iago Aspas que no encontró uno de esos pases de gol que persigue de forma insistente y, aunque el partido siguió jugándose en el campo del Rayo, los pasillos de entrada se fueron cerrando. A falta de pocos minutos entró en escena Borja Iglesias quien de espaldas sí generó unas cuentas asociaciones peligrosas pero insuficientes. El Celta ya era pura voluntad. Moría el partido y se escapaba la primera posibilidad de certificar la clasificación cuando llegó la ocasión del descuento, la tradicional, la de toda la vida. Beltrán sacó un disparo que Batalla despejó como pudo, la pelota cayó a Javi Rodríguez que pareció cabecear a puerta vacía pero el balón golpeó la nuca de Pathe Ciss que estaba de espaldas y cayó mansamente en las manos de Batalla que estaba sentado en el suelo. Sería cómico si no doliese.
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