Un cortafuegos a tiempo
El Celta arrancó en Mendizorroza un empate que evita males y dramas mayores después de un primer tiempo infame en el que se vio penalizado por la extraña alineación de Claudio y por la decisión del VAR que encontró uno de esos penaltis con los que los árbitros «televisivos» reclaman su cuota de protagonismo
Es llamativo lo que un simple punto cambia la perspectiva. Un punto gris, feo, en un partido infame e impropio de Primera División, con solo tres remates a puerta entre los dos equipos. Pero ese punto en una noche fría de lunes en Vitoria es como un cortafuegos para el Celta porque le mantiene a una distancia aún cómoda de la manada de equipos que está tratando de salir de la zona oscura de la clasificación y le ofrece la oportunidad de encarar la visita a Valencia sin el punto de drama que hubiese tenido en caso de salir escaldado de Mendizorroza. Un punto de alivio que permite pegar una bocanada de aire, pero que no exime de una profunda autocrítica por el terrorífico primer tiempo ofrecido por los célticos que deambularon como espectros por Vitoria hasta que en el descanso regresaron a la vida tras reordenar Claudio el desbarajuste que él mismo había generado.
La nada
El penalti en la primera jugada no puede servir de pretexto por todo lo que vino a continuación. En el fútbol hay que saber levantarse de cualquier guantazo y lo de la primera parte del Celta es difícil de describir. El desorden en la presión, la escasa activación de los jugadores en los duelos, la falta de ideas con la pelota, la nula creatividad, la renuncia a la profundidad...un esperpento que en gran medida provocó Claudio con una alineación sorprendente en la que por ejemplo transformó a Cervi en una de las tres referencias de ataque (en la banda derecha para más dolor). La posibilidad de fabricar una jugada de peligro era nula. No tenía jugadores para ello, que supusiesen una verdadera amenaza para el rival. Tanto fue así que el Alavés se sintió tan tranquilo que renunció a entender el escenario en el que se encontraba. Ese fue su gran error, el principal pecado de Coudet, que dejó pasar la oportunidad de castigar al Celta en ese momento de debilidad. Dio por bueno el 1-0, se protegió de alguien que no podía ni sabía cómo hacerle daño y luego acabaría por lamentarlo.
El VAR
No tiene justificación Beltrán y tampoco la tiene el sujeto que ayer estaba sentado delante de la pantalla del VAR loco por tener su momento de gloria, ese instante en el que llaman por el pinganillo al compañero para recomendarle un «on field review» (algunos deben ensayarlo durante la semana para sonar más convincentes en esas grabaciones que luego publicitan para lavar sus conciencias). Beltrán no tiene que ir a ese balón con la mano en una posición tan extraña porque se arriesga a un accidente, pero luego quien debe impartir justicia tiene la obligación de entender el juego, de apreciar qué clase de jugada está valorando y la nula intención del jugador del Celta. Pero este año todo cae del lado de la mantequilla: el reparto de los horarios y las decisiones del vídeoarbitraje. Aquí no se puede argumentar con el peso de la camiseta rival (como en el Bernabéu) como factor clave en la decisión. Es un simple problema de incapacidad, de ganas de intervenir donde no hace falta. El VAR es un elemente imprescindible, pero es evidente que no vino para pitar penaltis como el de ayer.
Javi Rodríguez
Más allá del gol de Pablo Durán, el hombre que cambia al Celta es Javi Rodríguez. Suplente de forma difícilmente justificable, el central le dio al equipo una sobriedad que no tenía hasta entonces (Yoel se perdió en la toma de decisiones), salida por los dos costados, desplazamiento en corto y largo y atrevimiento para romper líneas. Desde su sector ordenó al Celta, lo hizo más compacto y le dio una salida que hasta ese momento solo tenía Marcos Alonso. Al Alavés ya le costó entender cómo debía presionar. Y gracias a eso aparecieron espacios y se fueron soltando futbolistas (Carreira fue un ejemplo; Ilaix otro) que hasta ese momento estaban aprisionados en una alineación demasiado antinatural.
Ristic
Otra de esas decisiones de Claudio de difícil comprensión porque el lateral no está para competir. Cierto que un pase suyo genera el gol de Pablo, pero todo el partido estuvo sobrepasado y cada duelo defensivo fue un drama. Muy por debajo en piernas que sus rivales.
La falta de talento
El Celta anda muy justo de capacidad de desequilibrio por delante de los mediocentros. Aspas podría estar jugando en un equipo como éste hasta que le diese la gana y seguiría siendo imprescindible. En esa zona donde las luces se encienden en el Celta no aparece nadie con un punto de inspiración que haga jugar al resto, que procoque situaciones de peligro a través del pase o el remate. Por eso lo que no puede faltarle al Celta es su vocación de ir hacia arriba, de empujar al rival a la espera de que alguien (ayer muy bien Pablo Durán, otro día será Alfon o alguno de los dos delanteros centros...) encuentre el remate ganador. Y se vio en el segundo tiempo. El Celta se traicionó en el primero y entendió a tiempo que, más allá de su acierto o de su talento, siempre le sienta mejor el atrevimiento.
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