La mentira más hermosa
El partido contra la Real Sociedad, por la categoría del rival y la superioridad celeste, supone en gran medida la concreción más lograda hasta el momento de lo que supone el proyecto de Claudio Giráldez. Una hermosa propuesta que se sustancia en las actuaciones de Alfon y Pablo Durán

Alfon, frenado en falta por Aramburu. | Marta G. Brea

Los cuentos infantiles tradicionales se escribieron con una intención moralizante. En sus tramas incluían advertencias y admoniciones. Asentaban la estructura social. Apuntalaban valores. Bien y mal quedaban claramente delimitados en el catálogo de personajes. Los villanos acostumbraban a pagar por sus pecados. Se tranquilizaba así a los oyentes, a los que se alentaba a creer en retribuciones y castigos acordes a sus actos. Y también incluían historias inspiradoras, con final feliz.
Claudio ejerce como un hada; esa magia que aporta justicia a la realidad. Con sus sortilegios ha logrado que Ilaix se redima de su desnortada juventud; ha dado a Alfon una segunda oportunidad en el fútbol de élite; ha cumplido el sueño de Durán, un chiquillo de Tomiño al que el fútbol parecía haber dejado en la cuneta...
Suena el silbato en Balaídos y todo parece en su sitio. «Vivieron felices y comieron perdices», parece oírse. En el mundo real, el príncipe desprecia a Cenicienta y el sastrecillo valiente acaba su existencia en la pobreza, con sus manos anquilosadas por la artrosis. No se premia el mérito. Nunca triunfan los humildes. Necesitamos creer que es posible, sin embargo; que todos podemos convertirnos en Alfon y Pablo Durán. Este Celta es una mentira. La más hermosa.
Despliegue físico
El partido habrá destrozado muchas suspicacias previas. Para criticar a Claudio conviene siempre esperar. Puede equivocarse en este ajedrez con piezas humanas, dotadas de voluntad propia, pero todo lo idea con sentido. Con Alfon y Durán pretendía transitar los espacios que la Real Sociedad deja. E igualaba la presión donostiarra, quizá la más intensa y sostenida de la Liga, como sufrió el Barça en Anoeta. Aunque un resultado se define en las áreas, esta batalla se decidía en la salida del balón. Y en ese meollo, en la combinación corta y el alivio en largo propio y ajeno, el Celta superó a su adversario.
Rutinas del Fortuna
La ofensiva celeste se cimenta desde la calidad en la salida de Javi Rodríguez y Marcos Alonso. Al poder evitar a los pivotes, se limita el riesgo. Sobre la línea lateral se ejecutan una coreografía perfecta, mil veces ensayada por Claudio en el Fortuna: el carrilero se ofrece para recibir y jugar al centro o arrastra a su par para que el extremo quede mano a mano con el central. Nunca descifró la Real esta rutina. Alfon volcó el juego a la derecha para que Durán se ofreciese en diagonal desde la izquierda. El filial no sólo ha servido como vivero de jugadores; también como laboratorio en el que sintetizar la fórmula del primer equipo.

El Celta despide el año a lo grande / Marta G. Brea
Desde el Ariete
No buscaron excusas Imanol y sus jugadores. Otra prueba de la sana cultura que se ha generado en la Real. «Nos han pasado por encima», reconoció Remiro. Es cierto, con todo, que incluso la Real, de amplia panoplia, depende mucho de algunas piezas. Para lo general, de Zubimendi, que proporciona equilibrio táctico. Para lo específico, de Nayef Aguerd, el más dotado para intentar neutralizar a Borja Iglesias. El ariete disfrutó sin esos corsés. Acumula dos meses y medio sin marcar. Apenas dispuso de oportunidades. Ni importa ni hace falta en días como ayer. El santiagués estuvo brillante en el ofrecimiento de espaldas, la pausa, la distribución, la generación de espacios... Y en la marca asfixiante sobre Turrientes, que cortocircuitó a los visitantes.
Lectura del juego
Le faltaba al Celta una victoria sobre un miembro de la nobleza liguera. La había cortejado en anteriores ocasiones. La había merecido incluso. Más allá de infortunios puntuales, le faltaba quizá al equipo ese mayor reposo; el oficio que le permitiese interpretar mejor deteminadas situaciones del juego. Ayer dio un paso adelante que alegra en la clasificación y en la confianza. Resulta especialmente interesante y meritoria la administración de la ventaja tras el descanso. Cuando Imanol apostó por el hombre a hombre, los celestes no recularon. Aceptaron el pulso y mantuvieron la intensidad en la presión alta, impidiendo que la Real pudiese manejar el balón con comodidad y alcanzar fácilmente territorios sensibles. Claudio manejó muy bien el banquillo pero esta vez desde lo que no hizo. Contra su costumbre, retuvo los cambios hasta que el agotamiento de determinados jugadores se hizo evidente. Sabía Claudio que la energía –y su aplicación coordinada– era ayer el parámetro crucial.
Sin Aspas
Ganó el Celta sin el Sotelo que es ni el Bamba que hubiera debido ser. Con escasa aportación de Williot, Douvikas y Hugo Álvarez. Ganó, sobre todo, sin Iago Aspas. Y no por casualidad o accidente, sino como resolución precisa de la ecuación del partido. Algo que durante muchas temporadas había resultado inconcebible. Su suplencia duele como recordatorio de su finitud humana. Pero conviene por lo que supone de esperanza en el porvenir. Iago seguirá siendo importante mientras respire. Restarle presión lo prolonga y prepara un mañana sin él.
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