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Una revolución de doce meses

El Celta arrancará la Liga con un modelo diametralmente opuesto al de la temporada pasada

De las ideas sobre mercado, cantera y juego de Luis Campos y Rafa Benítez el club pasa a una filosofía marcada por el producto propio

Marián Mouriño, durante unacomparecencia en A Sede.

Marián Mouriño, durante unacomparecencia en A Sede. / RICARDO GROBAS

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

Vigo

En el fútbol la caducidad de las ideas fluctúa con asombrosa facilidad. Compras unos yogures confiando en que te den servicio hasta la próxima semana y de repente tienes que tirarlos a la basura al día siguiente. Marián Mouriño ya ha tenido oportunidad de descubrirlo. En poco más de cuarenta y ocho horas el segundo proyecto de la presidenta al frente del Celta se pone en marcha con un modelo que en nada se parece al que presentó y defendía hace solo un año. La vuelta al calcetín ha sido absoluta en este tiempo a toda la estructura del club en el que casi nada de lo que había ha quedado en pie.

Mientras en julio de 2023 la presidenta planificaba los cambios de caras, organigrama y filosofía que desarrollaría durante los meses siguientes el verano fue monopolizado por el proyecto deportivo, convertido en su carta de presentación ante los aficionados. Marián Mouriño siguió fiel al criterio del “arquitecto” Luis Campos y eligió a Rafa Benítez, un técnico de larga y reconocida trayectoria al que firmó un contrato de tres temporadas, para que guiase al equipo. Con esos dos perfiles al frente de la parcela deportiva la configuración de la plantilla pasó por relegar un tanto el producto local y buscar las incorporaciones en la depensa de los demás. Al tiempo Marián Mouriño decidió era el momento de soltar los candados de la caja fuerte y que el Celta invirtiese con mayor alegría en la configuración del equipo. Razón por la que algunas operaciones como la de Carles Pérez se cerraron en relativamente poco tiempo, mucho menos de lo que cabría esperar en el arranque del verano.

Un año después el andamiaje deportivo del Celta no se parece en nada al de hace doce meses. Luis Campos fue liquidado en invierno tras comprobar Marián Mouriño que para ver al responsable de su planificación deportiva tenía que encender la televisión los días que jugaba el PSG en la Liga de Campeones. A pocos meses Rafa Benítez colmó la paciencia de la presidenta y de su recién nombrada directiva después del partido en el Santiago Bernabéu. La temporada se salvó gracias a la aparición en escena de Claudio Giráldez (el gran acierto del Celta en los últimos doce meses) y del rebaño de chavales a los que confió la salvación del equipo.

Con ese plan se presenta el Celta en la nueva temporada. Donde había Luis Campos, Rafa Benítez, un mercado de fichajes animado y cierto dispendio económico (“hay que poner el dinero en el campo” decía la presidenta como consigna inequívoca) ahora hay Marco Garcés, Claudio Giráldez, escasas incorporaciones, fe ciega en la cantera y casi ningún dinero para gastar más allá de las fichas de Ilaix o Borja Iglesias (consecuencia directa precisamente del derroche del pasado verano). El Celta se lanza a por la temporada en manos del proyecto más canterano que se le recuerda en mucho tiempo. En ello cree la dirección deportiva, pero sobre todo cree Claudio que ha llenado la plantilla de chavales que estuvieron a su lado en el Fortuna y a quienes hace pocos meses les esperaba un futuro lejos del Celta. Es difícil encontrar un precedente en el fútbol reciente de un equipo que con solo un año de diferencia es capaz de presentarse ante el resto de clubes de Primera División con una filosofía tan diferente. Una revolución de doce meses. Cambian las caras, pero sobre todo la filosofía deportiva, más alineada también a lo que el entorno del club reclama y con lo que se siente mucho más identificada. Lo del año pasado resulta evidente que no funcionó y dispuestos a seguir la teoría de “prueba-error” el Celta se la juega con otro plan. El viernes empezaremos a comprobar su eficacia.

Pemanentes cambios internos y en la relación con el exterior

A Marián Mouriño y al Celta se les va a juzgar por encima de todas las cosas por los resultados deportivos. En el fútbol importan muchas cosas, pero solo una es esencial: el resultado de cada domingo. Pero es una evidencia que durante el año de la presidenta al frente del club no solo se ha llevado a cabo un cambio en el proyecto deportivo. Todo se ha movido en el Celta. Entró un nuevo consejo, salió todo el anterior ligado personalmente a Carlos Mouriño durante mucho tiempo; y se han sustituido a los directores que había durante el ciclo liderado por Carlos Mouriño y Antonio Chaves en la dirección general además de incorporar caras nuevas para fortalecer algunas parcelas. Todos han salido a excepción de Carlos Cao, cuyas competencias han aumentado para alcanzar relaciones institucionales, infraestructuras y el proyecto GS360. En la Fundación también se mantiene Germán Arteta.

Los cambios abordados por Marián Mouriño afectan también a otros asuntos de especial relevancia como es la manera de comunicar del club (más agarrada a la tierra), las relaciones con los aficionados que han ayudado a suavizar ciertas diferencias y a disparar la afluencia al estadio, la puesta en marcha del equipo femenino o la mejoría en las relaciones con el resto de instituciones como es muy evidente en el caso del Concello de Vigo.

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