El Celta estropeó en diez minutos el perfecto ejercicio futbolístico que había practicado sobre el césped de Montjuic durante ochenta. El Barcelona se estrelló una y otra vez contra la pirámide que había construido Benítez. El Celta, en cambio, salió siempre con velocidad y verticalidad, encadenando ocasiones claras delante de la meta de Ter Stegen. De hecho, aunque el 0-2 anotado por Douvikas parecía poner el encuentro ya a merced de los celestes, el resultado se antojaba incluso corto para sus merecimientos. Sin embargo, desapareció Aspas de escena, Joao Félix encontró por primera vez a Lewandoski, y el juego enloqueció en su recta final, en una coordenadas emocionales contrarias al raciocinio que le convenía al Celta. 

Repitió Benítez repitió la alineación de las últimas semanas aunque con una interesante variación posicional, con Larsen claramente en punta incluso en defensa y Bamba ocupando la banda derecha. Esa ubicación potenció al ariete noruego, el céltico más brillante del partido. Bajó balones, los pausó, impulsó las contras y las remató. Ter Stegen le detuvo un gran cabezazo. Pero antes no había podido interceptar un disparo raso que inauguraba el marcador. De la Torre, Bamba y Iago Aspas tuvieron más oportunidades para ampliar la ventaja en la primera mitad, en la que los locales solo dispusieron de un disparo de Joao Félix.

La dinámica no varió tras el descanso pese que Xavi empezó a introducir piezas ofensivas en su ecuación. De hecho, el Celta se mantuvo igual de tranquilo en la contención y encontró incluso más espacios en sus salidas. Una y otra vez alcanzó zonas de remate. Bamba tomó algunas malas decisiones y Ter Stegen siguió manteniendo vivo al Barcelona. Que pareció sucumbir cuando Douvikas, que había sustituido a Larsen, culminó un sensacional contragolpe.

Benítez retiró a Aspas, pensando ya en aguantar la cómoda renta. Nunca se sabrá qué habría sucedido con el moañés sobre la cancha. Lo cierto es que aparecieron las grietas que hasta entonces no habían existido. Las aprovechó Lewandoski para igualar y Cancelo, ya en pleno frenesí, para culminar la remontada. Los célticos se desesperaron, aunque Mingueza tuvo una última ocasión para rescatar al menos un punto.

No sucedió. El Celta pierde. Una derrota que se asume como normal a priori, pero que duele de manera extraordinaria por la forma en que se ha producido. El equipo volvió a mostrar síntomas de crecimiento sobre los planes de Benítez durante esos ochenta extraordinarios minutos. Pero se vino abajo, contra lo que se espera de un entrenador del madrileño. Mitigar el impacto emocional de la decepción será una de las tareas del entrenador para recibir el jueves al Alavés, en un partido crucial para aliviar las angustias ligueras en este inicio de campeonato en que las virtudes célticas han recibido escaso premio y sus defenctos, un grueso castigo.