El paso del tiempo, el discurrir de la vida y los vaivenes disminuyen muchas veces los contactos, pero quedan el afecto y los recuerdos.

Elías Alonso Riego estuvo un tiempo breve pero fructífero en el Celta, al que ascendió a Primera División de forma meteórica. Apasionado celtista, dejó tiempo, dedicación y gran parte de su patrimonio en beneficio del club y su capacidad de convocatoria y voluntad de servicio le hizo aglutinar años más tarde un equipo humano del que tuve el honor de formar parte encabezado por Ignacio Núñez. Mi mundo era la Medicina, pero su capacidad de persuasión y su celtismo profundamente arraigado me convencieron y allí pasé unos años cuyo cómputo vital ha marcado mi vida.

Elías como amigo era un hombre de extrema generosidad y debo decir que no obtuvo el retorno que merecía. Fue presa de oportunistas, arribistas y aprovechados, que minaron su cargo y su economía. Lo llevó con extrema dignidad y su respeto institucional hacia el Celta fue proverbial. Supo estar en su sitio y en los malos tiempos siempre recibí de él apoyo afectuoso.

Hombre de familia, con dos hijos y una esposa, Elena, entregada a su esposo; compañera de vida que ha perdido demasiado pronto junto a sus hijos un padre y un marido ejemplar.

Hoy, el Celta, Vigo, su familia y sus amigos están de luto. Se va un hombre que marcó un camino en el Celta y arrimó el hombro cuando ya no lo presidía. Qué difícil es eso.

Descanse en paz y que Vigo y el Celta le dispensen el homenaje que merece.