El Celta llevó la recta final de la temporada a una situación límite, en la que parte de la afición dirigió su rabia contra la presidencia del club. El partido decisivo podía deparar un ambiente todavía más crispado. Una victoria diluiría las críticas hacia quienes llevan la gestión del club. El balón, como siempre en el fútbol, determina el estado de ánimo de equipos y aficionados.
El partido contra el Barcelona comenzó de mala manera para los intereses de los locales, aunque el árbitro acabó anulando, tras una consulta eterna con el VAR, el gol de Rafinha por fuera de juego. El Celta salvaba una situación complicadísima a los diez minutos de juego, dentro de ese primer cuarto de hora que se convirtió en un periodo maldito en las últimas semanas para los de Carlos Carvalhal.
Después del susto, Balaídos recuperó el gran ambiente que ayer protagonizaron los 23.365 asistentes. Ya se parece más a una Bombonera, que no paró de animar a su equipo en una jornada con los nervios a flor de piel por lo mucho que se jugaba el Celta. Momentos de angustia dieron paso a otros de gran alegría cuando Gabri Veiga adelantó a los celestes. Los asistentes llevaron por el aire a unos jugadores que en las últimas semanas solo habían sido capaces de ganar al colista.
El fútbol aparcó de nuevo las diferencias entre aficionados y club. Solo en momentos del recibimiento al autobús del Celta se pudo escuchar la frase que ya es un clásico en Vigo: “Mouriño, vaite xa”. A diferencia de otras jornadas, la afición perdonó todos los fallos a los jugadores y no paró de animar al equipo, que supo adelantarse en el marcador en un momento clave. En el minuto 41 enloquecía Balaídos con el gol de Gabri Veiga, que llevaba una eternidad sin marcar un gol. En la jugada anterior, el árbitro anuló un gol de Seferovic por fuera de juego. Fue una alegría frustrada que explotó medio minuto después con el tanto del canterano. El de Porriño se ganó los cánticos con su nombre de una afición que comenzaba a creer que era posible una vez más salvarse en la última jornada. Había logrado superar a Ter Stegen, que con ese gol se quedaba sin poder superar el récord de porterías a cero. El portero alemán alcanzó las 26 imbatibilidades ante un Celta que es uno de los rivales que más goles le ha marcado.
Y cuando el Barça cambió a Ter Stegen por Iñaki Peña, Gabri Veiga se inventó un centro gol. La fiesta, entonces, ya era completa en un Balaídos que celebró el tanto del canterano con fuegos artificiales. No era para menos, teniendo en cuenta que ahora sí se podrá celebrar el centenario del club con tranquilidad y desgastar el himno que ha compuesto un C Tangana que no quiso perderse el partido.
Con el partido resuelto, Balaídos cantó “Gabri, sí; Mouriño, no”. Así respondía una afición crítica con la gestión del club. Con Iago Aspas maltrecho por la lumbalgia, Veiga se convirtió ayer en el héroe local. Aunque será por poco, pues tienes muchos pretendientes.