Penúltimo ridículo, última final

El Celta deja pendiente la permanencia para la jornada de clausura de LaLiga ante el Barça tras una lamentable actuación en Cádiz | Se sitúa a un punto del descenso y dependería de Valladolid si no suma una victoria

Es difícil explicar lo que le pasa a un Celta que hace siete jornadas había dejado casi sentenciada la permanencia con la victoria ante el Elche. Desde entonces, el equipo de Carlos Carvalhal inició una caída libre en la que solamente ha sido capaz de sumar un empate ante el Girona. Todo eso, sumado a la vergonzosa derrota sufrida ayer en Cádiz

(1-0), deja al conjunto celeste al límite del precipicio cuando le resta por afrontar la última jornada contra el Barcelona en Balaídos. Otro año más, los célticos se jugarán la vida en el partido de clausura del campeonato, como pasó durante la pandemia en el campo de un Espanyol que ayer certificó su descenso a Segunda División. Ahora queda una plaza vacante para retroceder una categoría. El Celta se la jugará con un Valladolid que ayer al menos sumó un empate en el campo del Almería, el que necesitaban los célticos para afrontar el futuro inmediato con menos dramatismo y ritmo cardiaco. Los programas informáticos que daban al Celta cero posibilidades de descender, están a punto de ser retirados del mercado.

En la Tacita de Plata, Celta ni siquiera rozó el empate porque se vio superado en todo momento y en todas las parcelas del juego por un Cádiz que sí era consciente de que se jugaba la permanencia, arrollando a un rival que solamente generó cierto peligro en los cinco primeros minutos y en la recta final. El resto del partido, los de Carvalhal protagonizaron una actuación lamentable que les sitúa a las puertas de Segunda. La derrota en Cádiz deja, además, daños colaterales como la lesión muscular de Aidoo (pendiente de evaluación médica) y la sanción a Óscar Rodríguez por tarjetas. A estas incidencias habrá que añadir que Beltrán intenta recuperarse de un problema físico que ya le dejó fuera de las dos últimas convocatorias y que la lumbalgia de Aspas apenas le permite jugar media hora, como ayer.

Con la entrada del moañés, junto a Mingueza (el catalán tampoco está para un partido completo tras superar una doble lesión muscular) y Paciencia, el equipo celeste pudo por fin encadenar tres pases seguidos y encerrar al Cádiz en su campo. Pero ahí se comprobó también la incapacidad del Celta de generar ocasiones de gol. Unas veces por no buscar al compañero, como un disparo de Carles Pérez, y otras por ineficacia en el golpeo del balón, como un remate de cabeza de Paciencia o una falta directa que Aspas estrelló contra la barrera. Los centros de Galán y de Luca de la Torre nunca encontraban al rematador. Y así resulta complicadísimo obtener puntos en una competición de primer nivel.

Carvalhal apostó por el mismo once que le plantó cara al Girona. El técnico portugués estaba convencido de que su equipo había mejorado tras la visita a San Mamés. No hubo continuidad en el día de ayer, a pesar de la buena puesta en escena de los célticos en el Nuevo Mirandilla. Nada más arrancar el juego, Tapia robó un balón a Lozano y se fue hacia la frontal del área para descerrajar un disparo que se fue cerca del palo de la portería de Ledesma, que a continuación despejaba un disparo cruzado de Carles Pérez.

El Cádiz reaccionó con el plan previsto: con balones al área incluso con largos saques de banda de Luis Pérez y buscando la espalda de Javi Galán. El costado izquierdo del Celta se convirtió en una autopista sin peajes para el equipo gaditano. El empuje de los locales metió a los célticos en el área de un Iván Villar que vio pasar muy cerca un remate cruzado del excéltico Bongonda tras un centro desde la izquierda.

Tras otro remate del belga a un costado de la red, el partido entró en pánico para los visitantes y en rabia para los locales, pues el colegiado de Burgos Bengoetxea tuvo que decir en el monitor dos acciones sobre las que el VAR no quiso pronunciarse. A la media hora de juego, el colegiado vasco anuló el penalti que había señalado a Galán sobre Bongonda y que supondría la expulsión del lateral céltico por segunda tarjeta amarilla. La jugada se inició tras un mal despeje con el pie de Iván Villar.

La inseguridad y los nervios ya se habían apoderado de los célticos cuando De Burgos Bengoetxea anuló un gol de Lozano por fuera de juego. Minutos después, un remate de cabeza de Guardiola era desviado por un compañero en el área del Celta, que agradecía el tiempo de descanso para aclarar ideas y sacarse de encima el agobio generado por el fútbol directo del equipo gaditano.

Carvalhal intentó reforzar el flanco izquierdo dando entrada en el campo a Luca de la Torre por Miguel Rodríguez. Pero entonces, el Cádiz encontró espacios libres por el centro del campo. Escalante avanzó con el balón pegado al pie y burló la entrada de Tapia, de Aidoo y de Mallo para servir el balón a Sobrino. Nada pudo hacer Iván Villar con el tiro cruzado del cadista.

El equipo de Sergio González se adelantaba en el marcador y ponía rumbo hacia los 41 puntos que le permiten acercarse a la permanencia, mientras deja a los célticos en una peligrosa decimoséptima plaza, a un punto del descenso.

A la hora de juego, Carvalhal recurría a Aspas para que el moañés intentase arreglar lo que el equipo vigués ha sido incapaz en seis jornadas. El Celta mejoró con el moañés y con Mingueza, que reemplazó a Mallo, iniciando la jugada. El Cádiz incluso dio varios pasos atrás para defender la renta y esperar a un contraataque para sentenciar la contienda. Estuvo a punto de conseguirlo en varias ocasiones. En una, Espino y Alcaraz se estorbaron en la búsqueda de un remate franco. En otra, Roger envió al palo un balón que remató de cabeza.

El Celta era ya un juguete roto, que intentaba sumar un empate que le llevase a una posición menos dramática que la de tener que jugarse la permanencia en el último partido ante el vigente campeón de Liga después de dilapidar tantas oportunidades después de superar al Elche.