Cómo van a caber tantos besos

Navia engaña. Se hunde en el terraplén, que le oculta el vientre. Parece pequeño por fuera y se agiganta por dentro. “Y después, ¿para que más detalles? Ya sabéis, copas, risas, excesos... ¿Cómo van a caber tantos besos en una canción”, escribió Sabina. ¿Cómo han cabido tantos años de esfuerzo en un simple pabellón? ¿Cómo van a caber tantos recuerdos e ilusiones? ¿Cómo cabrán tantos corazones latiendo al unísono? Pero caben. Caben las autoridades en sus sillas, de intrincado protocolo, y caben 1.200 aficionados en sus asientos. Caben a los que se añora y caben los que algún día serán. Navia contiene el universo.

En ese pabellón concreto e infinito, siempre relativo, se han bajado las persianas para paliar el sol pero igualmente se agitan los abanicos. No hay zamoranos, que habían reservado habitaciones hasta el lunes, y sí valencianos, con globos naranjas y negros para hacerse notar entre la marea celeste. Todos sudaron pero nadie se acaloró. Supieron compartir sus pasiones.

Anne Seniosain ejerció de catalizadora. Braceó tras cada triple, arrancándole el motor al público, que ya nunca se apagó. La afición céltica desempeñó un papel esencial. Ayudó a a las jugadoras a resistir el desaliento cuando el Paterna remontó e hizo temblar las muñecas de las visitantes en los tiros libres del último cuarto. El último minuto pudo vivirse ya desatado, en sagrada comunión. A Rianxeira sonó mientras Robez, entrenador de la cantera, cogía de uno de los fondos el cartel que tanto se había anhelado para el posado: “Bienvenidas a LF Endesa”.

Y después, ¿para que más detalles? Ya sabéis, lágrimas, remojones, abrazos... ¿Cómo van a caber tantos besos en un pabellón? Pero caben.