Aguirre encierra al Celta en su jaula

El equipo vigués pierde ante el Mallorca al ser incapaz de superar el entramado defensivo organizado por el técnico mexicano - Los de Carvalhal, que regalaron el gol de Amath, ponen fin a su buena racha

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

La vieja escuela de Javier Aguirre, tan eficiente como antipática, se le indigestó de nuevo al Celta, obligado a jugar otra vez –tal y como le sucedió en Palma hace unos meses– una clase de partido para el que no tiene soluciones. Era como si hubiese aterrizado a Londres y se pusiese a resolver un crucigrama sin saber una palabra de inglés. Eso fue ayer el equipo de Carvalhal, empujado por el Mallorca a un escenario donde se siente extraño, forzado a echar mano de armas y soluciones que no sabe manejar y que ellos, en cambio, sí saben contrarrestar.

Los esfuerzos de Carvalhal por conducir la noche por otro camino fueron inútiles y Aguirre no les dejó cambiar de menú. Premio para el técnico mexicano que jugó el partido tal y como quería aunque eso supusiese dedicarse a resistir durante hora y media las desordenadas embestidas de un Celta deslucido, gris, falto de ideas y con buena parte de sus jugadores a un nivel raquítico.

Un solitario gol de Amath a los veinte minutos, al aprovecharse de un error en cadena de la defensa viguesa, desequilibró el choque y se convirtió en una cuesta imposible de superar para el cuadro de Carvalhal que vio finalizada de este modo su serie de siete partidos consecutivos sin conocer la derrota. El resultado “condena” ahora al Celta a una pelea menor, la de lograr la salvación. En un momento clave de la temporada, cuando tocaba elegir camino para estos últimos partidos de temporada, el Celta dice casi adiós a la ilusión de meterse en la guerra por un séptimo puesto parece ahora mismo una utopía.

El Celta pasó por el primer tiempo como un equipo al que levantan precipitadamente de la siesta y lo ponen a jugar un partido. Una pesada carga mucho más difícil de llevar si enfrente aparece un equipo como el Mallorca. La practicidad llevada a su máxima expresión, el conjunto más incómodo de la Liga con bastante diferencia. Lentos e imprecisos los de Carvalhal se vieron demasiado pronto atrapados en la jaula de Aguirre. Un plan muy sencillo el del mexicano: retroceder, cerrar espacios a los delanteros vigueses y obligar a que todos los intentos llegasen en centros desde los costados. Una suerte en la que el Celta es una verdadera calamidad y el Mallorca posiblemente uno de los cuadros más fiables del campeonato. Resultó ejemplar su ejecución.

Errores en cadena

El desconcierto inicial llegó a tal punto que el Celta comenzó a cometer imprecisiones tanto con la pelota como sin ella en su propio terreno de juego. Y en una de las primeras (y últimas) apariciones del Mallorca por el área de Iván Villar se produjeron una serie de errores en cadena que después de múltiples rebotes dieron pie al gol de Amath que ajustició por bajo a Iván Villar.

No tuvo mucha respuesta el Celta, plano como pocas veces. Puede que la peor versión del equipo de Carvalhal. Sin noticias de sus principales jugadores, el equipo dejó en muchos momentos la responsabilidad en manos de lo que fuese capaz de generar el canterano Miguel Rodríguez (titular en la derecha en lugar del tocado Carles Pérez y gran novedad en la alineación). Y esa era mucha tarea para el redondelano que le tocó pelear contra un defensa de la solvencia de Maffeo. Combatió, dejó algún desborde y ni mucho menos puede decirse que fuese de lo peor del Celta. Porque a su alrededor Aspas estaba completamente cegado por sus marcadores, Gabri Veiga se encontraba sin espacio ni pasillos por los que penetrar para sacar provecho de su mayor virtud y Seferovic llevaba un central siempre adosado a su espalda. Apenas pudo presentar el Celta alguna ocasión en el primer tiempo con el que consolarse ante un Mallorca encantado de que le dominasen porque esa era exactamente su idea, que el partido se jugase en pocos metros y obligar al Celta a buscar el centro lateral como principal arma.

Cambio de plan

Carvalhal trató de cambiar el plan de vuelo en el descanso con la entrada de Carles Pérez en un costado y de Paciencia (tal vez un delantero más adaptado a jugar en espacios reducidos) en el lugar de Seferovic. Y los vigueses pusieron coto a la portería del Mallorca aunque siguieron sin hacerle el mínimo daño. Los de Aguirre saben desenvolverse en esa clase de escenario, son un equipo preparado para sufrir y resistir. Carles Pérez sí fue capaz de generarle algún problema por la banda derecha, pero fue un simple espejismo porque apenas había noticias del portero mallorquín. Carvalhal, que sí algo tiene buena es su intervencionismo en los partidos y su ánimo por buscar soliciones, no tardó en sacar al campo todo lo que tenía en el banquillo (Larsen hizo compañía a Paciencia y Cervi pasó a ejercer de lateral), pero el conjunto rojillo no se movió un metro de donde estaba. Aguirre había elegido la mesa del restaurante y el menú que cenarían ambos equipos y se negaba a abandonar el local.

Al Celta no se le puede negar que empujase, pero lo hizo sin apenas luces: sin uno contra uno, sin calidad en el último pase, sin imaginación, sin que nadie tuviese la determinación para elegir una vía diferente al resto. Lo suyo era estrellarse una y otra vez contra la imperial defensa del Mallorca. Con el paso de los minutos y la multiplicación de jugadores en el área rival, casi por simple acumulación, los vigueses sí dieron la sensación de tener alguna opción. Pero no encontraron ese último pase, ese remate salvador. Tuvo mucho que ver la pobreza de casi todos sus centros, una de las grande lagunas de este Celta. Todo lo contrario que el Mallorca que explota como nadie el recurso del balón parado. Aún así pudo encontrar el empate Tapia en un remate imponente que se estrelló contra la escuadra y luego Larsen en una dejada de Hugo Mallo que Raíllo evitó en el último momento. Otro brillante detalle de ese ejercicio de resistencia. Fue aquel el canto del cisne de un Celta que finalmente ha elegido pelear por el premio menor.