ANÁLISIS: ¿Qué fue de la ilusión?

El Celta acumula una nueva decepción copera y desperdicia la ocasión de reforzarse anímicamente tras un partido en el que solo se sintió cómodo en el primer cuarto de hora

Hugo Mallo se coloca como portero en los últimos minutos del partido.

Hugo Mallo se coloca como portero en los últimos minutos del partido. / LOF

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

A 3 de enero el único aliciente que le queda al Celta hasta el mes de junio es conseguir como buenamente pueda la salvación y marcharse en verano a llenar su cuenta de Instagram de gestos sonrientes desde Maldivas adornados con hashtags ingeniosos. Es la triste realidad de un equipo enemistado desde hace tiempo con la ilusión y que no puede vivir eternamente con la única esperanza de encontrar cada año a tres equipos peores en la Liga.

No es una cuestión de ganar la Copa del Rey(que lo normal es que no lo haga) sino de alimentar esperanzas, despertar sueños y empujar a los tuyos a creer. De eso trata este negocio. De generar cosas, sentimientos. Y hoy el Celta solo es una fuente de dolores de cabeza para sus aficionados. No gana y lo peor de todo es que a estas alturas cuesta ver la salida a ese agujero en el que se ha ido metiendo poco a poco. La Copa del Rey (aunque te llene la agenda en invierno y eso pueda tener su coste en la Liga) era una buena oportunidad para ganar en autoestima, para conectar a la hinchada y reforzar los conceptos que Carvalhal trata de implantar. Nada de eso sucedió en otra noche para olvidar. El Celta dijo adiós tras un partido decepcionante en el que, sin ser peor que el Espanyol, volvió a hacer un emocionante repaso de sus horrores favoritos. Algo que hoy por hoy un equipo de Primera División no perdona.

Inconsistencia

Llama la atención de este Celta (independientemente de la alineación) es que le resulta imposible sostener un nivel de juego aceptable durante más de diez minutos. Es un equipo que va y viene. Alterna fases esperanzadoras con otras desquiciantes. Le sucedió contra el Sevilla hace unos días y volvió a ocurrir en Cornellá. Porque los de Carvalhal jugaron veinte minutos cargados de personalidad en los que no acusaron las soluciones que el técnico eligió para algunas posiciones del campo (Cervi ejerció de lateral zurdo, De la Torre de interior por la izquierda y Gabri Veiga de compañero de ataque de Paciencia). Pesó más en ese momento la voluntad y la claridad de ideas para quitarse de encima la presión del Espanyol. Pero fue marcar Paciencia y el equipo olvidó todo lo bueno que estaba haciendo. Se protegió y aunque no sufrió...permitió que el Espanyol cambiase el sentido del partido que pasó a ser más físico, con más contacto y menos juego. Un escenario del que el Celta no fue capaz de salir en gran medida por su falta de personalidad y la desaparición de sus medios.

Cervi-De la Torre

La improvisada banda izquierda elegida por Carvalhal funcionó en ataque (el americano volvió a demostrar que con la pelota en los pies es un tipo interesante que sabe siempre qué hacer y se mueve con descaro y verticalidad) y cumplieron en defensa pese a que la papeleta era complicada. El Espanyol cargó esa banda consciente de la inferioridad en la que se encontraban los vigueses, pero Cervi cumplió con la exigente papeleta y ofreció una alternativa de futuro como solución de emergencia como carrilero. Otras soluciones fueron más discutibles como alejar a Gabri Veiga del juego. Hoy por hoy el Celta necesita que toque la pelota, que aparezca y desaparezca del radar de los rivales. Junto a Paciencia estuvo demasiado desconectado del juego.

Los fallos habituales

El Espanyol tenía una idea: poner muchos balones en el área. No importaba desde dónde. Como si Diego Martínez estuviese convencido de que tarde o temprano el Celta iba a terminar liándola, que era imposible que sostuviesen todo el partido una actuación ejemplar en defensa. Sucedió durante mucho tiempo porque Unai y Aidoo cumplieron con solvencia. Pero en el arranque del segundo tiempo, antes de que Joselu irrumpiese para ofrecer un muestrario de piscinazos algo vergonzoso, el Celta se comió un centro. Ese regalo que ya es tradición, como los mazapanes en Navidad. Un córner sacado en corto, un centro al segundo palo y nadie cerca de Puado que ajustició a Marchesín.

Marchesín

Ha dejado de ser un asunto inquietante para convertirse en alarmante. La tostada nunca cae del lado bueno en su caso y uno ya empieza a pensar que no todo es mala suerte. En el segundo gol –un desastre del Celta en la pérdida que facilitó el contragolpe del Espanyol– parecía haber solucionado la acción, pero el rebote le condenó. Y cerró el partido con una absurda salida que acabó en expulsión (exagerada). Otro día negro para él; otra oportunidad para ganar confianza perdida.

Munuera

También tiene su punto de responsabilidad en la derrota aunque no deba servir como excusa. Dos penaltis al limbo, una expulsión innecesaria, un exceso de tarjetas...no fue precisamente su mejor día.

El mercado

“Con estos bueyes hay que arar” proclaman desde el Celta. En pleno mes de enero, con el mercado abriendo sus puertas para que circulen los millones y, como suele ocurrir en estas fechas, los desesperados gasten en medianías el Celta debe tomar decisiones y hacer un profundo análisis de su situación. Carvalhal ha multiplicado la funcionalidad de la plantilla, pero no ha dado con la tecla todavía; y la mayor parte de la plantilla ofrece un rendimiento muy decepcionante. Y hay que encontrar a tres peores. Ya no se le pide más al año...aunque suene triste.

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