La pelota aún no ha decidido

La gestión de Carvalhal en dibujo, planeamiento y reparto se opone a la de Coudet sin que insinúe con claridad su resultado

Carles Pérez cae dentro del área tras un choque con Gudelj. |  // MARTA G. BREA

Carles Pérez cae dentro del área tras un choque con Gudelj. | // MARTA G. BREA / Armando álvarez

Armando Álvarez

Armando Álvarez

El triunfo y el fracaso contemplan todos los caminos en el fútbol. La pelota decide en cada instante por razones que no siempre son fáciles de diagnosticar. Durante dos temporadas la pelota premió la fidelidad y la constancia de Coudet. Al final castigó su terquedad y su simpleza. La pelota aún duda con Carvalhal. El portugués ha dibujado con claridad sus diferencias con Coudet; en la variedad de sistemas y planteamientos, en la gestión de la plantilla... Será riqueza o confusión; flexibilidad o desorientación. La pelota tiene la palabra.

Presión tramposa

Carvalhal no sostiene un credo inmutable. La identidad del equipo no se definirá desde la posesión. El Celta salió arriba para protegerse atrás. Pensó más en la posición que en la presión. Seguramente para adaptarse a un Sevilla diezmado por las bajas e incluso así repleto de internacionales en su alineación.

Diferentes dibujos

Carvalhal no contempla a sus jugadores como piezas intercambiables. Las molestias de Carles Pérez le hicieron apostar un 5--3-2. En ocasiones se sintió desubicado al equipo. El Sevilla buscó las costuras de ese dibujo donde resulta más sensible, en el gozne entre los centrales y los carrileros. Luego introdujo metices y finalmente remodeló su estructura para acabar con defensa de cuatro. Aunque haya dispuesto de un mes para trabajar la adaptación, el técnico aún debe ajustar los mecanismos en la acción real de la Liga.

Otra gestión

Otra muesca en el juego de las diferencias. Carvalhal agotó los cambios. Con Coudet siempre quedaba la duda de qué potencial estaba desaprovechando. Carvalhal rebaña hasta el fondo. Carles Pérez se siente más cómodo igual que Cervi más atrevido. De la Torre demuestra que merece mayor cuota de protagonismo. No se remedia la enemistad de Larsen con el gol, que antes se atribuía a su desgaste en la presión. Y desde luego no queda claro que con esta plantilla alcance para remontar en la clasificación.

El miedo y el viento

El miedo y el viento condicionaron el partido. Son dos equipos que no esperaban verse en esta pelea. A ratos se soltaron y a ratos se retuvieron. En tal condición, cualquier molestia se convierte en un problema engorroso. Lo fue el viento, el meteoro que más incomoda a los futbolistas. Sobre todo en un Balaídos en obras, de extraños regímenes internos.

Él lo gana, él lo pierde

Marchesín había resultado funcionarial en las catorce primeras jornadas de Liga. Ni salvaba ni perdía partidos. No se le podían achacar errores graves y tampoco aciertos brillantes. Se limitaba a posar de la manera adecuada en las fotografías. Ayer ganó y perdió el partido, empatándolo en consecuencia; con su parada excepcional a Lamela, más alguna otra meritoria, y con su deficiente lectura en el gol del Sevilla. Aunque sea por lo contrario, sigue pecando de lo mismo: no transmite una seguridad que después se contagie medularmente. De su veteranía cabe esperar que encuentre en algún momento el poso que la situación exige.

Con material de lujo

A Veiga le falta aún la constancia que haga más frecuentes sus intervenciones y que prolongue el promedio de su brillo. Pero en cada momento advierte lo que Coudet acabó concluyendo y Luis Campos también ha comentado en Príncipe: será un centrocampista de talla mundial. Dispone al menos del material para serlo, un compendio de virtudes físicas y técnicas que culminan en su capacidad para irrumpir en el gol.

Con la calculadora

A De Burgos Bengoetxea lo recuerda sobre todo el celtismo por aquel penalti de Santi Mina en Palma que solo él fue capaz de apreciar en directo y en el VAR. No es justo, sin embargo, tal reproche a cada árbitro. Privados del derecho al olvido, siempre se les opone el ambiente. De Burgos realizó un buen arbitraje en condiciones meteorológicas que también le complicaban a él la tarea. Acertó en los penaltis reclamados, que no eran. Pero con Carmona echó mano de la calculadora, en una segunda tarjeta por la entrada a Cervi que cumplía todos los requisitos.