Carácter, ambición y ternura

Jugadores, miembros del cuerpo técnico y directivos lamentan la pérdida del arquitecto de un equipo que conquistó el corazón de los aficionados

Genaro Borrás, Txetxu Rojo, Carlos Pérez y Alvarito, en el banquillo de Balaídos.

Genaro Borrás, Txetxu Rojo, Carlos Pérez y Alvarito, en el banquillo de Balaídos. / CAMESELLE

Aguerrido y tierno, carismástico y próximo. Txetxu Rojo marcó de forma profunda a muchos de los que compartieron con él aquellas temporadas en el Celta. Las voces tiemblan o se entrecortan, al borde del sollozo. Él ejerció como padre en una época tan humilde como maravillosa.

“Txetxu, como jugador, ha sido único, irrepetible, uno de los mejores de la historia del Athletic sin ningún tipo de duda. Un ídolo y un tipo muy querido, de lo mejor. Como entrenador, hizo las cosas francamente bien. Se nos va un mito”, indica Patxi Salinas, que alimenta su admiración como athleticzale y celtista; como jugador y amigo.

“Teníamos una relación excepcional. Vivíamos en Bilbao muy cerca, a apenas 100 metros, y coincidíamos mucho por la calle paseando. Con él y con Lourdes, su mujer, hemos tenido muchas tardes de charlar por el barrio. Para mí se ha ido un amigo. Fue además la persona que me hizo conocer y amar a Vigo y el Celta. Me llevó de su mano. He disfrutado media vida en Vigo y eso se lo tengo que agradecer. Pasé con él un rato hace algunos meses, porque ya no podía salir de casa. En nuestras charlas siempre salía el Celta”, revela.

Salinas relata la formación del Celta que alcanzó la final de Copa en 1994. “Aquel equipo estaba recién ascendido, con un presupuesto pequeñísimo. Cañizares, Engonga, Salvita, Ratkovic, yo… Todos llegábamos acabando contrato, libres. Con los que se quedaban llegamos a una final de Copa y no la ganamos de milagro. Fueron dos años excepcionales. La gente se enganchó con nosotros de una manera brutal. Txetxu nos contagió un carácter y una ambición de equipo ganador siendo un equipo muy pequeño. Mucha gente en Vigo todavía hoy nos da las gracias. Luego llegó el talento, Mazinho, Mostovoi, Gustavo, Karpin, Revivo, pero con mucho dinero para fichar. Nosotros éramos los descartados de otros equipos. Hicimos locuras con muy pocos recursos”.

“Siempre lo dije, fue un entrenador fundamental en mi carrera”, sentencia Jorge Otero. “Fue con el que más aprendí. Como persona, era fantástico. Siento una pena tremenda. Le estaré eternamente agradecido. Si fui el futbolista que fui, una parte importante fue gracias a Txetxu Rojo”.

“Ese equipo tenía algo, alma”, dice de su obra. “Era un equipo en mayúsculas, con un grupo de jugadores muy comprometidos, de espíritu ganador, de intentarlo hasta el final, creyendo en nosotros. Hacíamos muy poquitas cosas pero muy bien. Ese carácter y ese ADN eran de Txetxu. Supuso un punto y aparte. Si todos tenemos en mente la Copa del Rey, si creemos que el fútbol nos debe un título, si existe esa ilusión en ese torneo, en parte sucede a partir de esa final”.

Carlos Pérez ejerció de delegado en aquellos años. “Independientemente de esa imagen que tenía de arrogante, a mí me demostró que era amigo de sus amigos. Era muy buena persona, muy noble y muy honesto. Lo tengo grabado. Tuvo gestos y detalles humanos muy importantes con el grupo”.

A Pérez no se le olvida la desolación de Rojo en el Calderón: “Me quedó muchísima pena por él. El recuerdo de aquella es más importante que la de Sevilla. Él lo sintió muchísimo. Habíamos intimado y me di cuenta, al terminar el partido, de que estaba muy cabizbajo. Le pesó más la parte humana que la deportiva”.

“Me hace llorar”, confiesa Moncho Carnero, su segundo entrenador. “Fue la persona que me metió en el fútbol profesional, por consejo de Pedro Herrera, que era el secretario técnico. Yo estaba en el filial y aún trabajaba en un banco. Él me subió a la primera plantilla. A partir de ahí mi vida cambió. Es una persona de la que todos debemos aprender. Tenía una personalidad impresionante. La mayoría de jugadores siempre lo defenderá a muerte porque él era así también con ellos y con las personas en general. Es a quien más agradecido estoy. Su comportamiento conmigo fue excelente”.

“Tenía su personalidad. Nadie lo retorcía. Él era capaz de coger al presidente por el pecho. Eso es impensable hoy en día”, comenta. “Siempre defendía a los suyos y confiaba en nuestro criterio… No puedo hablar casi. Marcó una etapa en mi vida”.

Carlos Pérez, Moncho Carnero y la exgerente Ángeles Santos cenaron con él en una de sus últimas visitas a Vigo, hace ya años. También asistió el fisioterapeuta José Luis Santomé. “Es uno de los entrenadores que mejor recuerdo me ha dejado. Como persona y por su dedicación al equipo y al club”, sostiene Santomé. “En épocas de dificultades para el Celta tuvo grandes detalles con la entidad y con los jugadores. Defendía como nadie a sus futbolistas y se enfrentaba a quien fuera para dar la cara por todos los que le respondían. Era de ese estilo de entrenadores de los que ahora ya no hay muchos. Como persona era excelente. Recuerdo muchas veces que en las ruedas de prensa defendía con seriedad a los suyos y luego, en el coche de vuelta a casa, se le escapaban las lágrimas. Tuve una gran suerte al haberlo conocido. Fue un deportista extraordinario y una persona magnífica”.

“Me he quedado de piedra. Lamento muchísimo su pérdida”, declara Ignacio Núñez, presidente del Celta en esa etapa. “Era una persona y un entrenador con gran carácter, y muy afable en el trato, aunque defensor de su trabajo y de sus jugadores. Un gran técnico, con mucha personalidad. Llevaba su trabajo a rajatabla. Un gran profesional”

“Todo fueron buenas noticias desde que llegó al Celta. El ascenso, la final de Copa, el ‘pichichi’ de Gudelj, el ‘zamora”’de Cañizares…Grandes logros para un club modesto como era aquel Celta. Le tenemos mucho que agradecer”, resume.

Horacio Gómez, directivo entonces y después sucesor de Núñez, indica: “Una gran pérdida para el celtismo. Txetxu fue una persona importante para la historia del club. Con él subimos a Primera y estuvimos en una final de Copa, entre otros logros. Una persona asequible, conciliadora y muy valiosa en la entidad”.

Pepe Méndez y otros compañeros peñistas se organizaron en la Federación de Peñas del Celta en 1993, cuando Rojo ya era entrenador del equipo. “Los recuerdos de Txetxu para nosotros siempre serán positivos. Nos llevó a aquella final después del ascenso, en fin… Fue un gran entrenador para el Celta”, recuerda Méndez, hoy presidente de aquella recién nacida federación.

Suscríbete para seguir leyendo