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Un matrimonio de conveniencia

El tiempo de Coudet en el Celta tiene fecha de caducidad, con independencia de si sobrevive a la actual crisis de resultados

Mouriño y Coudet sostienen la camiseta del Celta tras la última renovación del técnico. | // RCCV

El Celta y Eduardo Coudet han puesto fecha de caducidad a su relación. Si los resultados de los próximos dos partidos no lo impiden y el entrenador argentino sobrevive a la crisis de resultados que pende sobre su cabeza, el club celeste y el preparador argentino tomarán caminos separados en junio. El Chacho, salvo radical giro de los acontecimientos, no será el técnico del centenario. Su matrimonio con el Celta es pura conveniencia.

A la entidad que preside Carlos Mouriño no le conviene despedir en este momento a Coudet y el técnico quiere evitar la mancha en el expediente que supondría la primera destitución de su carrera. Ambos consideran que la situación deportiva es reconducible, pero el margen de maniobra es estrecho. En el fútbol los resultados mandan y los dos encuentros que restan hasta el parón serán los que dicten sentencia.

Pero hace ya algunos meses que el Celta ha caído en la cuenta de que Coudet, a quien hace dos años dio plenos poderes, no es el entrenador idóneo para el proyecto de cantera que el club lleva por bandera. La llegada a la dirección deportiva de Luis Campos, más proclive a la apuesta por jóvenes talentos que partidario de incorporar fichajes experimentados, la pérdida de influencia del Chacho en las contrataciones y las críticas veladas (cuando no públicas) del técnico a la falta de competitividad de la plantilla han agrandado la brecha.

La relación está deteriorada, muy probablemente sin posibilidad de arreglo, pero a los dos les interesa seguir unidos todavía por algún tiempo.

Las razones del Celta son a la vez económicas y deportivas. Despedir ahora a Coudet sale caro y el club no quiere indemnizar al técnico por la rescisión de un contrato que en junio le saldrá gratis. Tal como confirmó el técnico, ambas partes tienen la posibilidad de revocar unilateralmente su vínculo a final de temporada sin penalización económica y esto les concede vía libre para una separación amistosa y seguir la vida cada uno por su cuenta.

Pero más que el factor económico, la entidad que preside Carlos Mouriño tiene en cuenta el factor deportivo. En la planta noble de Príncipe no están convencidos de que el despido de Coudet vaya a mejorar las cosas. Las alternativas que ofrece el mercado no convencen y prefieren esperar a junio para buscar al sustituto adecuado con el horizonte despejado.

Otro factor a considera es que la llegada de un nuevo entrenador con la temporada en marcha dejaría, una vez más, al Celta en una posición de desventaja a la hora de negociar. Sería muy complicado encontrar un técnico que firmase solo hasta junio y el club no quiere verse de nuevo en el brete de pagar el peaje de firmar al nuevo entrenador por una o dos temporadas más. Las negativas experiencias recientemente vividas con Fran Escribá y Óscar García, incluso con el propio Coudet, aconsejan prudencia. Tampoco para Mouriño, tras los bandazos dados en estos años en la elección de los inquilinos del banquillo, sería plato de buen gusto despedir al técnico que rescató al Celta del estado de pánico permanente en el que llevaba viviendo los años anteriores a su llegada y al que dio prácticamente un cheque en blanco para garantizarse su renovación. Al fin y al cabo, con todos los defectos que puedan achacársele en la gestión de los recursos, Coudet ha conseguido sacar lo mejor de la mayoría de los jugadores que ha tenido a sus órdenes y ha dado al Celta un estilo de juego reconocible que ha ilusionado a la afición y ha despertado admiración entre los rivales.

Coudet quiere agotar la temporada por razones de orgullo deportivo y prestigio personal. El preparador argentino, lo ha manifestado reiteradamente, está convencido de que puede sacar al equipo del atolladero y obtener la permanencia de forma holgada, que es el objetivo que se le exige, pues tanto el club como la propia afición son conscientes de que, con la inversión realizada en verano, la calidad del plantel no alcanza para competir por Europa.

El Chacho quiere evitar la mancha de su primer despido en su inmaculado expediente. Nunca lo han destituido, sino que ha sido él el que se ha ido porque no se cumplían sus exigencias para aumentar el nivel competitivo de las plantillas que ha tenido a su cargo o para buscar nuevos retos deportivos. Para el técnico, concluir la temporada con el Celta sin sobresaltos supone un extra a la hora de buscar un nuevo equipo y cuenta con el pleno respaldo del plantel para conseguirlo.

Luis Campos celebra el final del partido ante el Betis. MARTA G. BREA

Campos, el arquitecto en la sombra

Antes de arrancar la temporada, Carlos Mouriño se presentó con Luis Campos en el vestuario del Celta para arengar al plantel “en una temporada importantísima que coincide con el inicio de nuestro centenario y en la que tenemos puestas muchas ilusiones”. El mandatario consideraba entonces que el equipo tenía dos grandes bazas para firmar una temporada exitosa: “Un magnífico entrenador que nos ha dado grandes resultados” [Eduardo Coudet] y “una persona muy experimentada en formar equipos que ha tenido una enorme experiencia y mucho éxito en las ligas europeas” [Luis Campos]. Ahora que los resultados están lejos de cumplir con las expectativas, el foco de las críticas se ha puesto, como ocurre siempre en estos casos, en el técnico. Se critica su inflexibilidad en el apego al esquema, su inmovilismo en la gestión de los recursos y se le reprocha cicatería a la hora de tomar riesgos con los jóvenes y escaso ejercicio de autocrítica. Luis Campos, reputado asesor deportivo que se disputan los grandes clubes europeos y arquitecto del nuevo plantel, ha estado en todo momento en un segundo plano. Se le ha visto en Balaídos y en algún partido del filial y ha proclamado indirectamente su amor por el Celta, pero no ha sido presentado oficialmente como asesor deportivo externo del Celta, ni ha dado explicación alguna sobre la configuración del plantel. Tampoco lo ha hecho Juan Carlos Calero, el hombre de confianza que Campos ha puesto en la dirección deportiva y que cuenta ya con cargo propio en el nuevo organigrama. Los malos resultados han centrado el dardo en la gestión de Coudet, pero no son pocos los que se preguntan si realmente la plantilla ha mejorado con respecto al pasado curso. Muchos creen que no.

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