Un cabezazo de Aidoo cuando el partido se moría y el drama se cernía sobre Balaídos permitió al Celta dar una bocanada de aire y sacar la cabeza del agujero negro al que le había arrojado de mala manera el plomizo Getafe. Un punto que no supone gran cosa, pero que al menos frena la sangría de un equipo que llegaba a la cita tras perder sus tres compromisos anteriores y que camina por Primera División arrastrando pesada carga que suponen la ausencia de ideas en ataque, la eficacia de sus rivales en el remate y el bajo rendimiento de varios de los “intocables” de Coudet.

El partido fue un dolor para el Celta y la prueba de que Quique Sánchez Flores es un digno defensor de las políticas que hace tiempo impuso Bordalás en ese equipo. Lunes, lluvia y Getafe. La combinación era más propia de la Noche de Difuntos. Y pudo serlo para el Celta que se pasó dos horas tratando de encontrar la forma de abrir la muralla que los madrileños habían levantado delante de David Soria. Y no sobran precisamente los cerrajeros en el vestuario de Coudet. Y de los pocos que hay, alguno ni tan siquiera juega con regularidad.

Una situación que se agrava si de forma sistemática el primer disparo a puerta de los rivales acaba siempre en gol. Ya es costumbre y cuesta descifrar este hecho. Mala suerte, debilidad extrema...lo que sea. La cuestión es que el Getafe se encontró en el minuto 42 con una “extraña” falta en la frontal después de una pérdida de Mingueza que había entrado en el campo por la lesión a la media hora de Hugo Mallo. Unal sacó un disparo descomunal para poner en ventaja a los madrileños. Marchesín, algo vencido a la izquierda, tal vez concedió demasiado en ese instante.

El Celta se encontraba una vez más con la delicada situación de levantar un marcador en contra, una misión imposible para ellos en lo que iba de temporada. Un desafío considerable para un equipo cargado de miedos y problemas. Hasta el gol del Getafe su partido había sido un continuo encontronazo contra la legión de defensas azulones. Ni una ocasión le generó antes del descanso. Demasiado previsible el Celta al que continuamente están esperando. Solo Iago Aspas lo alborota todo y saca a los rivales del estado de confort en el que viven. La sintomatología del equipo es la misma de las últimas semanas. Sus volantes no encuentran la forma de convertir su dominio en ocasiones, los laterales no aciertan en sus envíos, Iago Aspas sale del área con insistencia para vestirse de asistente y el ilusionante Larsen, una de las grandes noticias de la temporada, se pasa el partido pegándose con la colección de guardaespaldas que le asigna el técnico rival en busca de los terribles melonazos que le llegan desde diferentes zonas del campo. Y aún así bastante fabrica el muchacho.

Con el botín del gol de Unal el Getafe salió al segundo tiempo convencido de que el partido se iba a jugar en treinta metros. No se plantearon otro escenario. Al Celta se le ve venir de lejos y los rivales también han aprendido que los de Coudet tendrán carencias pero no están faltos de orgullo. Solo en Valladolid, cuando se dejaron ir en los últimos veinte minutos, faltaron a su costumbre. El problema es que no solo de arrestos se vive en el fútbol. Hacen falta muchas cosas que se echan de menos en el Celta.

El dominio resultó absoluto, pero no asfixiante. Lejos de agitar el equipo, Coudet mantuvo a su equipo médico habitual (con el único cambio de Mingueza por Mallo) pese a que había futbolistas ya bloqueados mentalmente como Cervi. El Celta traía la pelota de un lado a otro sin mucho sentido. Se suponía que trataban de sacar al Getafe de su traje, pero allí no se movía nadie. Ni un futbolista del Celta aportaba algo diferente, un desmarque al espacio, un centro malintencionado, un desborde, un regate...era todo tan previsible que David Soria podía haberse ido del campo a comprar empanadillas que el resultado hubiese seguido siendo el mismo. Daba igual que el balón sobrevolase permanentemente su área porque nadie le amenazaba. Solo Gabri Veiga le hizo intervenir en un disparo lejano. Muy poco por mucho que Coudet a la conclusión del partido haya descrito una segunda parte cargada de oportunidades.

A falta de poco más de veinte minutos comparecieron Carles Pérez para ocupar el costado derecho y Paciencia en lugar de Larsen. Aunque aquello no fue una fiesta, al menos el catalán sí se fue a por su marcador y aceleró el pulso de los defensas del Getafe que sí advirtieron un peligro en ese sector. Era un cromo diferente de lo que tenía hasta el momento en el campo Coudet, alguien que obligaba a los rivales a un esfuerzo extra. Pero tampoco llegaban las ocasiones claras. Solo cuando Iago Aspas entraba en contacto con la pelota, siempre demasiado lejos de la portería, los ataques del Celta encontraban un veneno diferente. El resto era el ejercicio voluntarioso de un equipo que no se resignaba a perder pero que no sabía cómo impedirlo. Al menos en ese momento incierto los de Coudet no aflojaron ni un solo instante. Iago Aspas, insistente como siempre, acabó encontrando a dos minutos del final del partido la solución en un balón desde el costado que puso en la cabeza de Aidoo que le ganó la acción a los centrales para anotar su primer gol como jugador del Celta. Hubo incertidumbre porque el VAR revisó la posición del ghanés durante unos minutos mientras Balaídos contenía la respiración y González Fuertes se echaba la mano al auricular. Finalmente se dio por válido y con la adrenalina a tope el Celta generó en el descuento la situación para ganar el partido, pero el envío de Aspas encontró la pierna de un rival para evitar el tanto del triunfo de un equipo que soltó resopló aliviado cuando escuchó el pitido final. Y eso dice mucho.