Durante la era Mouriño, y tras el experimento fallido con Ramón Martínez, los directores deportivos –Miguel Torrecilla y Felipe Miñambres– han tenido un papel relativamente secundario, más ejecutivo que ideológico. Y el peso de los entrenadores ha fluctuado en la construcción de las plantillas: de la autoridad de Luis Enrique al orillamiento de Escribá en los extremos del arco. Ha sido Antonio Chaves, sujetándose al corsé económico de María José Herbón, el que ha traducido la filosofía fijada por el presidente.

La dinámica ha variado en esa estructura jerárquica. A Luis Campos, asesor en la documentación oficial y “arquitecto” en la jerga interna, se le ha entregado el proyecto. Su autonomía solo se ve limitada por el marco financiero y por la necesaria convivencia con Coudet, que lo iguala en carisma y pretensiones autorales. Chaves adquiere ahora un papel más conciliador que decisorio.

En esta reorganización, resulta más atrevido anticipar maniobras. De Campos depende que se respeten políticas específicas, como la titularidad indiscutible de Mallo y en general la disposición del flanco defensivo derecho. En todo caso, parece la demarcación más estable en un contexto de remodelación. La recuperación de Mallo, a expensas de lo que se compruebe en las primeras semanas de pretemporada, aleja la necesidad de fichar un lateral. Y Kevin Vázquez figura como su probable alternativa. El nigranense ha respondido con fiabilidad cuando Mallo ha faltado, trabaja con denuedo y contribuye a la sujeción del vestuario. El club ha trasladado su satisfacción al agente de Kevin. Salvo que haya cambiado de opinión o que la pretemporada se la modifique, Coudet lo prefiere a Carreira, a quien se le buscará una nueva cesión tras la del Mirandés que complete su maduración. Curiosamente el Celta se confiará así a dos jugadores que concluyen contrato en 2023, aunque tanto Mallo como Kevin facilitarán la renovación si el club se la ofrece.