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Un partido en pasado

Superioridad celeste, arbitraje grosero, titularidades discutibles y la reaparición de la violencia en el fútbol

Javi Galán y Nolito acuden a presionar a Modric. // ALBA VILLAR

La jornada se conjugó en tiempo pasado: en las agresiones de los Ultrasur, en la alineación de Nolito y Murillo, en la superioridad céltica, en la estampa clásica de Courtois y en el arbitraje grosero de González Fuertes. Actuaciones o personajes de otras temporadas, otras décadas, otro siglo. La único presente es el dolor de la derrota, que aplaza la certificación de la permanencia.

En territorio brumoso

El Celta intentó recusar a González Fuertes en febrero de 2019, tras un arbitraje ante el Getafe que el club celeste califó en una misiva como de “ïnfimo nivel”. Es una relación enquistada. No se cuestiona la honradez de González Fuertes y su empeño de justicia. Pero en territorio brumoso, de interpretación, siempre decidió a favor del Real Madrid. Con acierto en el gol anulado. Y señalando tres penaltis: uno correcto, uno forzado por Rodrygo, gracias a la ingenuidad de Murillo, y uno directamente fabricado por Mendy mientras Kevin intentaba desparecer del escenario. Y aunque de menor impacto, más duele la gestión disciplinaria del árbitro, amonestando a Galán por una protesta que después consintió a Militao. Aunque no existan hechos irrefutables que reprocharle a González Fuertes, reinar en la duda asienta al favorecido y desespera al perjudicado.

Un dominio notable

El Celta de esta década en Primera División ha escrito páginas brillantes, pero pocas de ellas ante el Real Madrid –la eliminatoria copera de 2017, la principal–. Balaídos fue un campo antipático para los merengues en el cambio de siglo. Ayer se recordó aquella dinámica en el reparto de papeles. El Celta controló el balón, presionó con mayor intensidad, dispuso de más ocasiones e incluso ya exhausto apretó a su rival hasta el último instante. El equipo exhibió una vez más el alma que Coudet le ha imprimido y que le permitió sostenerse en pie pese a la cadena de contrariedades que el silbato decretaba.

El “síndrome Orbelín”

Coudet ha construido una criatura hermosa. Pero la maneja de manera cuestionable. No invierte en el futuro. No agita sus estructuras ni explora alternativas. Ni siquiera se ciñe al rendimiento más inmediato. La alineación de Nolito y Murillo consagra una jerarquía oxidada, de agradecimiento a los servicios prestados. Nada puede empañar la gloria de Nolito, figura capital en el crecimiento del Celta. Y nada cambiará que Murillo fue esencial en una de las dos permanencias sufridas. Por desgracia, ya no están en dinámica de titularidad. El error pudo convertirse en acierto porque Nolito mostró su toque eterno en la frustrada asistencia a Galhardo y su instinto en el gol. Carece de la chispa necesaria para rendir con constancia. Y Murillo se siente cómodo despejando centros laterales y cuerpeando, en equipos que defienden en bloque bajo, pero sufre en uno que propone y deja espacio a sus espaldas. Al Celta, el balance entre virtudes y defectos de Coudet le sigue saliendo rentable. Pero esa terquedad del entrenador augura conflictos en el próximo proyecto, cuando Veiga, Carreira, Losada o Miguel reclamen sus oportunidades o cuando Luis Campos ponga a su disposición jugadores que Coudet no habrá seleccionado directamente. El “síndrome Orbelín” planea en el horizonte.

Un cambio insólito

De todos los cambios que ayer decidió Coudet, el más inexplicable fue el de Tapia por Beltrán. Solo el cansancio del madrileño podría justificarlo. Coudet repite sustituciones y minutos. A Tapia lo mete por Denis cuando hay que proteger un resultado y por Beltrán cuando hay que perseguirlo. Pero el peruano, a estas alturas, ya no cubre mejor la cancha que Beltrán y ralentiza de manera inmediata la circulación. Beltrán es el jugador de mayor progresión. Controla, gira, estudia. Inicia las acciones sin arriesgar el balón. Mide los tiempos y bate la primera trinchera rival. Y ha mejorado sus cifras en recuperación. Renunciar a un catálogo tan completo redujo las posibilidades célticas.

El entusiasmo de Kevin

En el fútbol se disfruta el talento de Aspas o Benzema. Pero también se puede apreciar el entusiasmo de Kevin, aplicado con oficio y profesionalidad. Superado por Danjuma en El Madrigal, ayer neutralizó a Vinicius, que es uno de los jugadores más peligrosos en el uno contra uno del fútbol actual. Kevin siempre midió bien, sin recular, con anticipación e ímpetu. Debió irse a casa feliz. El penalti que le adjudicó González Fuertes amarga especialmente.

Courtois, perfil clásico

Courtois decidió el partido, más allá de la polémica. Aunque el portero vista diferente y sea ajeno bajo palos a los parámetros colectivos del juego, es también un hecho diferencial que se paga con dinero. El Real Madrid cuenta con el mejor del mundo; un arquero además de perfil tradicional, alto, sobrio, seguro en lo específico, sin brillantez con los pies pero sí con las manoplas.

La bestia que despierta

Empiezan a reproducirse escenas violentas que parecían superadas. En Vigo ya han ocurrido varias. La propia mención a los Ultrasur debiera sonar a antiguo y ahí están. Materia para policía y sociólogos. Esta resurrección se relaciona tal vez con las angustias de la época, de gentes desnortadas, que buscan refuerzos colectivos y esquemas sencillos. La bestia del extremismo está despertando y el fútbol siempre ha sido uno de sus ecosistemas predilectos.

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