El Celta ya es un equipo serio. El conjunto de Coudet ha pasado de ponerse a sí mismo una serie de obstáculos en el camino que ni siquiera le planteaban los rivales a encontrarse un camino que transcurre bien iluminado desde hace semanas. Y lejos de casa hasta parece que se vuelve cuesta abajo. El cuadro vigués es el tercer mejor visitante del campeonato, una clasificación que ayer se encargó de demostrar en Sevilla contra el Betis, el tercer clasificado de LaLiga y al que superó en casi todo. Porque olvidados los regalos ofrecidos hace no tanto, este Celta es un equipo rocoso, serio y maduro. Exhibió sus virtudes en la semana más anormal de la temporada, sin apenas disponer de jugadores para entrenar y en la que algunos de los que ayer saltaron al césped en el once inicial lo hicieron tras pasar directamente del confinamiento al avión.

En un partido así los primeros minutos son siempre fundamentales. No es el Benito Villamarín el mejor de los escenarios para realizar pruebas, pero a Coudet no le quedaba más remedio visto lo visto durante la Navidad. El argentino optó por confiar en los que están siempre con él, los del primer equipo, aunque eso supusiese cambiar de posición a algunos de ellos. Aidoo, el mejor central de la plantilla, actuó de lateral para frenar a Juanmi, el jugador de moda del campeonato. Su puesto en el campo lo ocupó Okay, que llevaba un año sin ser titular en LaLiga, y a su lado estaba el canterano Carlos Domínguez. También fueron de la partida Fran Beltrán y Galán, que no completaron ningún entrenamiento previo junto al resto de sus compañeros.

Pese a todos estos condicionantes, Coudet nunca esconde que lo importante es “sostener una idea”, lo que facilita que se sustituyan piezas sin que sufra el engranaje. Y eso es lo que pasó en Sevilla. Salió el equipo vigués con mucha personalidad a un terreno de juego abarrotado por una afición que suele llevar en volandas a los suyos. El ruido de las gradas bajó algunos decibelios cuando Santi Mina obligó a realizar una parada de mérito a Rui Silva a los siete minutos. La ocasión permitió a los jugadores del cuadro celeste quitarse de encima todas esas dudas que podían tener antes del pitido inicial.

No quiso el Betis regalar el balón al Celta, al que tampoco le quemaba cuando lo tenía en su poder pero que, a diferencia de otros encuentros, no necesitaba amasar. Contener, robar, correr y morder. El plan que tenía el Chacho en mente buscaba penalizar a la defensa verdiblanca, poco arropada ayer por la ausencia de Guido en el centro del campo. El argentino es uno de esos jugadores que no aparece en los highlights de la televisión pero que es tan importante como cualquier crack para su entrenador.

El que sí suele acaparar titulares, flashes y piropos es Iago Aspas. Probablemente menos de los que merece. La suya es una de las injusticias más grandes que ha tenido el fútbol español en las últimas décadas y ayer volvió a resonar en la cabeza de más de uno. Primero al transformar con suma tranquilidad un penalti de Guardado sobre Cervi cuando el extremo argentino poca salida tenía ya en el área. Segundo con una obra de arte más propia de un museo. Agonizaba el primer tiempo cuando Santi Mina cabalgó con el balón durante 40 metros, buscó sin fortuna a su compañero en la delantera y fue ahí cuando Aspas mostró en apenas cinco segundos todo lo que tiene. Le robó el balón a Víctor Ruiz, corrió hacia el área, se cruzó por delante del defensor bético para forzarle a elegir entre dejarlo pasar o hacerle penalti y una vez que se vio delante del portero le dribló con suficiencia hacia su pierna menos buena, con la que puso el 0-2 en el marcador. No aplaudió la afición local solo por mantener el decoro.

Ejercicio de madurez

Trató el Betis de poner una marcha más tras el paso por vestuarios. Movió Pellegrini su equipo, primero con Rodri y poco después con la entrada de Borja Iglesias y Fekir, su gran estrella. También apretó la grada en busca de un gol que les devolviese a un partido que se les estaba yendo sin saber cómo. Pero no cambió nada sobre el verde.

El Celta ha dado varios pasos hacia delante a la hora de madurar un partido que marcha a favor. Corregidos los errores individuales que tanto habían penalizado a los vigueses en el primer tercio del campeonato, en los últimos partidos los jugadores celestes parecen esos típicos centrales italianos que siguen defendiendo con total solvencia a su selección con cuarentena años, arrugas y alguna que otra cana. No solo no sufrió el Celta, sino que pudo ampliar su ventaja por partida doble con Santi Mina. Primero el palo y luego Rui Silva evitaron que el vigués sumase más tantos a su casillero.

Los últimos minutos ya fueron un ejercicio de paciencia mientras el reloj descontaba segundos. Lo intentó el Betis, con más corazón que cabeza, con disparos lejanos, centros desde casi cualquier lado y jugadas aisladas. En una de ellas a punto estuvo de dar un susto Willian Carvalho, pero su tiro golpeó en Galán antes de perderse por la línea de fondo. Fue la última vez que el balón rondó la portería de Dituro, sin mucho trabajo pero seguro toda la tarde. Se permitió el lujo Coudet de retirar del campo a Iago Aspas entre una fuerte pitada que, según en qué casos, significa que has hecho un partidazo. El de ayer fue uno de ellos.