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El Celta sale de su laberinto

- El equipo vigués acaba con su serie de calamidades como local y despide el año con una clara victoria sobre el Espanyol tras una fabulosa actuación coral - Marcaron Santi Mina, Iago Aspas y Denis Suárez

Santi Mina remata en la jugada del primer gol. | // RICARDO GROBAS

Los insistentes fantasmas de Balaídos que han acompañado al Celta esta temporada también debían tener ayer cena de Navidad. No hubo noticias de ellos en toda la noche. Después de sufrir todo tipo de calamidades en su estadio donde solo había ganado esta temporada un partido (al Granada y en el descuento), el equipo vigués se regaló un día de paz. Ofreció su mejor versión para pasar por encima de un Espanyol al que no permitió entrar en el partido. Le sentó con dos directos (en el arranque de cada tiempo) y le tuvo zozobrando el resto del partido como si fuese un barco en medio de una tempestad. El Celta, que fue mejor en todo, encontró además versiones muy notables de un puñado de futbolistas como Aidoo, Brais, Tapia, Santi Mina y sobre todo Iago Aspas. Y contra eso, hay poca solución.

El Espanyol se sintió atropellado desde el comienzo. El Celta jugó los primeros minutos como si fuesen los últimos de la temporada, como si hubiese viajado en el tiempo y estuviese en el mes de mayo jugándose el cuello. Un ejercicio de presión y velocidad que desbordó a los de Vicente Moreno, incapaces de sacarse de encima aquel enjambre de avispas en el que se había transformado el Celta. Después de una serie de partidos como local en los que el equipo vigués parecía tomarse los primeros tiempos como parte del calentamiento, ayer se decidieron a competir desde el pitido inicial. Sucedió algo parecido hace un par de semanas ante el Valencia, pero la lesión de Aspas frenó aquel ímpetu. Ayer no hubo accidente que sometiese al Celta, generoso en el esfuerzo, desbocado hacia el área de Diego López desde que el balón se puso en marcha.

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Las imágenes del Celta - Espanyol Ricardo Grobas

Y en la tercera llegada casi consecutiva llegó el gol de Santi Mina que dibujó una pared perfecta con Aspas antes de poner en ventaja a los suyos. El moañés demostró una vez más lo complicado que a veces resultan las cosas más sencillas. Lejos de lanzar el pase cuando todo el mundo lo imaginaba (incluido Cabrera que esperaba agazapado para cruzarse y frustrar la jugada) aguantó unas décimas de segundo. Lo justo para que el central del Espanyol dudase y le concediese el espacio para devolver la pelota a Mina. El delantero recibió el caramelo y superó la salida de Diego López con un remate lleno de fe.

El gol no sació al Celta que se fue a apretar la salida del Espanyol. Le vio sonado y los de Coudet decidieron que el partido no llegase al segundo asalto. Presionó con acierto en el campo rival, ganó los duelos individuales y se desplegó con rapidez y movilidad. Indetectables Brais y Aspas para los defensas barceloneses; insistente Mina; sólidos Tapia y Beltrán (que enviaron a Denis al banquillo) el Celta se volcó en el área rival y solo cabe reprochar el escaso remate después de tanta llegada. Cuestión de detalles, como casi todo en el fútbol. Porque después de un meneo semejante tuvo el Espanyol antes del descanso una ocasión muy buena para igualar el partido. Fue la única acción en la que Raúl de Tomás (temible delantero) ganó al fin un balón. Porque hasta el momento había sido engullido por el imperial Aidoo que cada día que juega hace más incomprensibles sus anteriores ausencias. El punta generó un espacio que aprovechó Puado para plantarse solo ante Dituro tras recibir un balón de gol desde la derecha. Pero el meta argentino, muy despistado en las últimas jornadas, respondió con una intervención de mérito.

Fue el susto que el Celta necesitaba para ser consciente de que el fútbol siempre castiga al indulgente, al que deja el trabajo a medio hacer. Porque en el tercer minuto del segundo tiempo Iago Aspas dejó otra de esas jugadas que dormirán eternamente en el recuerdo de los aficionados, necesitados ya de una ampliación de memoria. Llegada desde su lado favorito al área, se abre un metro y remata con la precisión de un delineante al palo derecho de un Diego López que solo pudo tirarse para la foto. Una maravilla. No había dado ni tiempo a evaluar la salida de Beltrán (ligeramente tocado) por Denis. El partido ya era una cuesta abajo para un Celta pletórico, que sentía que al fin un partido en Balaídos no era una carrera contra el cronómetro. Ya se trataba de jugar con las prisas del rival. Vicente Moreno agitó medio equipo, llenó el campo de gente de ataque que fue incapaz de adaptarse al Celta que siempre encontraba espacio para construir y correr. Pudo ser una carnicería porque cada ataque de los vigueses era medio gol. En ese tiempo se movió de forma majestuosa por el campo Brais Méndez, que entiende como pocos esa clase de partido. Además de habilitar a los compañeros y de dirigir buena parte de las oleadas, rozó el gol en un par de acciones individuales. Su partido merecía tal vez esa recompensa que sí encontró Denis Suárez para completar otra jugada coral extraordinaria. Un gol que ojalá tenga un efecto terapéutico en él porque es la pieza que no acaba de ensamblar Coudet.

Con el partido en el bolsillo y el espíritu navideño inundándolo todo Coudet incluso se permitió dar unos minutos a Gabri Veiga, al juvenil Hugo Sotelo y retirar a tres de los emblemas del equipo (Aspas, Mina y Brais) para que Balaídos les regalase los oídos con la clásica ovación de las noches felices. No hubiera estado de más que Baeza también encontrase un pequeño consuelo. Tan feliz estaba la gente que incluso festejaron con generosidad el golazo antológico que Loren anotó casi desde casi el medio del campo sorprendiendo a un Dituro que no se podía imaginar cosa semejante. Ya poco importaba. El Celta tenía los puntos en el bolsillo y da un salto grande con respecto a la zona de descenso dejando claro que esa no es su pelea. Coudet, que en la víspera decía sentirse angustiado por la falta de victorias en Balaídos y que por eso solo salía de casa para ir al supermercado, hoy tendrá motivos para pasear feliz por la ciudad sin necesidad de refugiarse junto al lineal de los lácteos. Por fin es Navidad en Balaídos.

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