A trompicones, con el fútbol justo y un enorme sufrimiento, pasó de ronda el Celta en la Copa. El grupo de Coudet necesitó recurrir a la prórroga y a todo su arsenal para superar al Andorra, un rival combativo y de buen pie que, como se sospechaba, le generó múltiples quebraderos de cabeza en un duelo intenso, accidentado y no exento de polémica por el gol fantasma de Adrià Vilanova que igualó el tanto inicial de Santi Mina e impulsó a los de Eder Sarabia cuando el cuadro celeste parecía haber encarrilado la eliminatoria.

La victoria, agónica y extenuante, deja secuelas por las lesiones sufridas por Kevin Vázquez y Thiago Galhardo (y en el tiempo añadido también Gabri Veiga) para el inminente compromiso liguero frente al Espanyol y confirma la tormentosa relación que este equipo tiene con el gol cuando Aspas falta sobre el verde.

Y eso que el Celta entró en el partido con energía y guiño de Coudet a la cantera el día después de que refrendase que él y Onésimo transitan caminos separados. El argentino formó con ocho futbolistas de la casa, entre los que se contaban Carlos Domínguez y Gabri Veiga, del filial, y el juvenil Hugo Álvarez, que acompañó a Santi Mina en punta.

Con esta inusual combinación de chicos y veteranos salió en tromba el Celta, que rondó el gol a los 16 segundos de que el balón echase a rodar con un poderoso remate de Mina que Ratti desvió con una mano providencial.

En estos primeros minutos, el Celta encerró al Andorra en su área, pero la lesión de Kevin Vázquez cambió las tornas y obligó a Coudet a recomponer sus filas. Superado el trance, el conjunto vigués abrió el marcador en una magnífica jugada personal de José Fontán. El arousano recibió de Nolito, se internó en el área al galope y definió con pulcritud con un tiro cruzado, raso y ajustado a la base del palo que hizo inútil la estirada de Ratti.

El gol relajó en exceso al Celta, que se durmió en los laureles y permitió que el rival fuese ganando presencia en el partido hasta conseguir el empate en una acción dudosa protagonizada por Adrià Vilanova. El hijo del excéltico Tito Vilanova remató con veneno y Rubén desvió la pelota al poste sobre la misma raya de gol. Aunque el balón no pareció traspasar la línea, el árbitro concedió el tanto. Poco antes, el meta mosense había resuelto un mano a mano con Hevel.

Tras la reanudación, Coudet movió ficha. Ingresaron en el campo Beltrán y Galhardo y la entrada del madrileño dio al conjunto celeste intensidad en la presión y amplitud en el juego. Con los cambios, el partido se convirtió casi en un monólogo del Celta, que sin embargo volvió a padecer una insufrible incapacidad para trasladar al marcador su evidente superioridad sobre el terreno de juego Y el adversario. tenaz y combativo, nunca entregó la cuchara.

Dispuso el equipo vigués de media docena de ocasiones claras para solventar la eliminatoria que fueron cayendo en saco roto, bien por la excelente actuación de Nico Ratti, el héroe de los tricolores, bien por la exasperante falta de puntería que atenazó a los celestes. Mina, primero y Galhardo, por partida doble, cortejaron el gol, pero el portero lo evitó con lucimiento. También lo hicieron, con bastante menor fortuna, Nolito y Denis. Y gracias, porque Rubén evitó un mano a mano frente a Enri que pudo haber convertido en un infierno lo que quedaba de partido.

Las dificultades para abrir la lata y la posterior lesión de Galhardo propiciaron nuevas modificaciones. Entró primero Cervi y luego, ya camino de la prolongación, Javi Galán, pero las cosas no mejoraron mucho para el Celta, que siguió dilapidando ocasiones. Ya en el añadido, con la lengua fuera y Gabri Veiga fuera del campo tras subírsele un gemelo, entró Miguel Baeza, un convidado de piedra esta temporada, para servir a Santi Mina la victoria a dos minutos del final de la prórroga.