Agonía y triunfo del Celta en Andorra. Los vigueses sufrieron para imponerse al conjunto de 1ª RFEF en la prórroga, al límite de tener que jugársela en los penaltis. Fue un testarazo de Santi Mina tras un preciso centro de Baeza el que resolvió un partido que fue una auténtica prueba de obstáculos para el conjunto de Eduardo el Chacho Coudet. Los célticos estarán en la tercera ronda copera, que se disputa alrededor del día de Reyes, aunque por el camino se han dejado al menos tres lesionados: Kevin, Galhardo y Gabri Veiga. El central Carlos Domínguez acabó tocado.

El Celta salió al campo con una mezcla de titulares y canteranos y con toda la intención de imponer su jerarquía. A los 20 segundos Santi Mina ya pudo marcar y los siguientes minutos fueron un asedio absoluto. El Andorra era incapaz de salir de su área. Y cuando parecía que empezaba a encontrar la manera de hilvanar jugadas y superar la presión céltica, Nolito vio una autopista en la banda izquierda y la puso para Fontán, que llegó con ímpetu y definió de tiro cruzado como si de un consumado atacante se tratase. El defensor formó en el lateral izquierdo, lo que confirma que el técnico argentino lo ve más en ese puesto que en el de central.

Los locales no acusaron el golpe. Bien al contrario, se hicieron con las riendas y demostraron saber cómo circular el balón. La impronta de su técnico, el excolaborador de Quique Setién Eder Sarabia, es palpable. Rubén Blanco tuvo que aparecer para sacar un mano a mano con Hevel en la más clara de los locales. El portero también hizo una estirada notable ante un remate imperial, a la salida de un córner, de Adrià Vilanova, hijo del malogrado excéltico Tito Vilanova. El árbitro y el linier, en cambio, consideraron que el balón había traspasado la línea de meta, algo que no se aprecia en ninguna de las repeticiones ofrecida. Sea como fuere, el resultado hacía justicia a lo visto sobre el terreno.

Tras el descanso lo de Coudet salieron con una marcha más. Entraron Beltrán y Thiago Galhardo por Tapia y el juvenil Hugo Álvarez, algo desdibujado. El Celta volvió a imponer su superioridad, salvo alguna cosa. La más importante: el gol. En esa fase Santi Mina, dos veces Galhardo y Nolito pudieron marcar, pero no acertaron con sus remates. Parecía que la cosa era cuestión de tiempo, pero el delantero brasileño cayó lesionado y el ritmo atacante cayó.

Aún a trancas y barrancas, tras salvar Rubén Blanco un nuevo mano a mano, los vigueses siguieron desperdiciando ocasiones. Un Nolito negado de cara a puerta protagonizó las más claras; dilapidó, por ejemplo, un gran centro de Gabri Veiga tras una poderosa galopada por la banda. El canterano se vio obligado a ocupar el lateral derecho desde casi el comienzo del encuentro por la lesión de Kevin. Tras una primera parte tímida, en la segunda mostró que su talante futbolístico es netamente ofensivo.

No sirvió el arreón final del Celta, ya con Javi Galán en el campo, absorbiendo buena parte del caudal atacante de los célticos. Tocaba jugársela en la prórroga. Ahí los de Coudet se tentaron algo más la ropa, sabedores de que un error en ese momento podía ser letal, vista su escasa capacidad realizadora. Pese a esas prevenciones, siguieron buscando el gol que evitase el trago de los penaltis. Y en esas llegó un hecho que a la postre sería crucial: Gabri Veiga, probablemente agotado muscularmente, sufrió una lesión y dio entrada a Baeza. Unos pocos minutos bastaron para que el andaluz sacase a pasear la calidad de su golpeo de zurda. Puso un centro fantástico al área sobre el que se abalanzó con voracidad Santi Mina. Era el minuto 118, pero al Celta aún le quedaría sufrir seis más. Final feliz para los vigueses y honra para los andorranos.