El espíritu de Jandro sigue vivo en Mendizorroza, escenario hace más de quince de años de un memorable recital del asturiano sobre un terreno de juego que el impresionante temporal había convertido en un manto blanco. El Celta y la nieve volvieron a reencontrarse en Vitoria y, aunque hace mucho tiempo que Jandro dejó Vigo en busca de nuevas aventuras, el equipo quiso mantener intacta la esencia de aquella mañana de marzo de 2005 para sumar un valioso triunfo en un partido donde respondió de forma ejemplar cuando en el segundo tiempo arreció la nevada y peor se pusieron las cosas.

  • Otra victoria bajo la nieve dieciséis años después
    El Celta se impuso en 2005 en Mendizorroza gracias a un hat-trick de Jandro sobre un manto blanco

Pero Coudet y los jugadores interpretaron de manera impecable el nuevo panorama. El técnico, casi siempre pausado a la hora de recurrir al banquillo, se dio prisa para sacar de escena a los futbolistas que más podían sufrir en esas condiciones y el Celta encontró entonces el rumbo perdido para someter al Alavés y encontrar por medio de un penalti –transformado en el rechace por Iago tras una dosis de suspense– el gol de una victoria que siempre tuvieron más cerca que su adversario.

Reclama casi siempre Coudet la oportunidad de disfrutar de ventaja en el marcador para jugar con la ansiedad y las prisas del rival. Intercambiar los papeles y que sean otros los que tengan que exponer y atreverse, tarea con la que suelen cargar ellos. Pues ayer la ventaja le duró exactamente diez minutos, señal de que hay cosas que el equipo no acaba de aprender. Se había adelantado el Celta a los once minutos en una jugada en la que un disparo de Santi Mina rozó en Lejeune e impidió que Pacheco reaccionara a tiempo de sacar la pelota.

Era el justo premio para un equipo que pisó Mendizorroza con enorme personalidad. Coudet había dejado en el banquillo a dos de sus intocables (Murillo y Tapia) y entregado el control del juego a Beltrán (inamovible ahora mismo) y a Denis, tan irregular como siempre. Poco músculo ante un equipo que precisamente abusa de él. Pero funcionó porque el Celta tenía criterio,pausa y a Iago Aspas, protagonista de casi todo lo bueno que hizo el equipo en el primer tiempo y cuya constante presencia generó desequilibrio y alarma en el rival. Sin embargo a los vigueses acabó por traicionarles una de esas jugadas en las que se apoderó de ellos el espíritu bondadoso y navideño del que abusan en ocasiones. Un centro desde la izquierda, un rebote, un duelo aéreo que se pierde y un portero despistado en la misma acción. Una mezcla diabólica. Dituro se fue en busca de un balón con una mezcla de blandura y lentitud. Recordó a lo sucedido hace una semana ante el Villarreal donde también regaló un gol de forma inexplicable. Joselu fue mucho más listo y contundente. Llegó a la pelota al mismo tiempo que el meta y pateó todo lo que pudo: la pelota y los guantes de Dituro, que se quedó en el suelo doliéndose y esperando que el árbitro o el VAR acudiesen a su rescate. No lo hizo y el Alavés –básico en su forma de atacar–, encontró el empate casi sin querer y regresó a su cuartel a la espera de coger en otro descuido a un Celta que volvió a cargar con el peso del partido y rozó el gol en un remate de Santi Mina tras un magnífico envío de Aspas.

El cielo comenzó entonces a jugar su partido. La tarde se cerró sobre el estadio vitoriano y en el descanso comenzó a descargar una impresionante nevada. El Celta salió del vestuario adormecido mientras el Alavés elevó la línea de presión y subió la intensidad. Coudet entendió que debía despertar al equipo antes de que se pusiesen a hacer muñecos de nieve sobre el césped. La actitud invitaba a pensar en eso. Y mucho antes de lo que acostumbra decidió menear el equipo. Retiró del campo a Brais y Denis (Nolito se había quedado en la caseta en el intermedio para dar entrada a Cervi) para que compareciesen Tapia y Solari. El técnico argentino entendió que el escenario en el que se iba a jugar el partido era completamente diferente y que necesitaba kilos para igualar la contienda. El plan funcionó de maravilla porque cuando más arreció la nieve mejor jugó el Celta. Mientras el Alavés parecía incómodo con la situación, los vigueses bailaron sobre el césped como si se hubiesen criado en Islandia. Brillaron especialmente los recién llegados.

Tapia sujetó al equipo –siempre ayudado por Beltrán– y tanto Solari como Cervi estiraron al equipo, tuvieron sentido con la pelota y cerca del área de Pacheco encontraron la forma de hacer daño para habilitar a los delanteros. Fueron unos minutos magníficos a los que el Celta supo sacar provecho en un penalti algo rocambolesco con el que el árbitro sancionó una mano clara de Duarte. Lanzó Iago Aspas de forma lamentable: flojo y al medio. El temor a la nieve seguramente le jugó una mala pasada al moañés. Lo mismo a Pacheco que no esperaba esa pifia y fue incapaz de sujetar la pelota. El balón quedó muerto y Iago Aspas llegó a tiempo de meter la puntera.

Te puede interesar:

Iago Aspas marca el 1-2 tras el rechace de Pacheco. LOF

El Celta tuvo la sentencia en varias llegadas por el costado de Solari, omnipresente en esos minutos, pero se le fue la posibilidad de sentenciar antes de que la nevada se detuviese y con ella el efecto mágico que pareció tener sobre el Celta. Calleja empezó a acumular delanteros para buscar en cualquier melé el gol del empate. En ese momento Coudet también se asustó un tanto y sacó del campo a Aspas para meter a Murillo y pasar a jugar con tres centrales. El Alavés se libró de una amenaza y eso le permitió prescindir de más defensas para tirar centros y generar más alboroto en el área viguesa. Aunque el colombiano estuvo bien (defiende mejor cuanto menos espacio hay a su espalda) el partido ya no era del gusto del Celta. El Alavés se encontró con un par de ocasiones de gol. En una Dituro respondió de forma eficaz y en otra Guidetti –una de esas pesadillas que siempre perseguirán al Celta– hizo una gran maniobra pero estuvo lento para sacar el disparo y Solari llegó a tiempo de mantener vivo el espíritu de Jandro.