Una montaña rusa de sensaciones
Balaídos vive una tarde de emociones a flor de piel con el sentido tributo a Sergio, la ovación motivadora a Iago Aspas y la culminación de todo un ejercicio de convecimiento

Sergio Álvarez realiza el saque de honor antes del encuentro. // MARTA G. BREA / j.b.
De un tiempo a estar parte, el Celta se ha acostumbrado a vivir grandes tardes de fútbol casi en cada visita del Barça a Balaídos. La de ayer, por primera vez en muchos años sin Messi liderando la escuadra azulgrana, devino en una montaña rusa de sensaciones. Los poco más de 13.000 incondicionales (y algún que otro infiltrado) que ayer poblaron (con menos gente de lo que viene siendo habitual con tan ilustre visitante) las gradas del coliseo celeste vivieron encuentro repleto de emociones encontradas hasta que Iago Aspas hizó explotar de júbilo la grada con un gol sobre la bocina que hizo justicia al enorme esfuerzo del grupo de Coudet por reequilibrar un partido que comenzó con el pie torcido. Se pasó de la promesa de una gran tarde de fútbol a la decepción, de desilusión a la desesperanza y de ahí, en una escalada de confianza y amor propio a medida que el equipo iba encontrando velocidad y finura con la pelota, al orgullo y la fiesta final. La actitud salvó al Celta de la derrota y propició que la afición llevase en volandas al equipo de Coudet hacia una hermosa remontada. La tarde prometía emociones y los sentimientos estuvieron a flor de piel antes incluso de que el balón comenzase a rodar con el merecido homenaje que la hinchada tributó a Sergio Álvarez, uno de los tipos más queridos por el celtismo, tras su obligada retirada el pasado verano. O Gato de Catoria pudo despedirse por fin de su gente realizando, con el estadio puesto en pie, el saque de honor.No fue el único homenaje de la tarde, pues, como Coudet había pedido, en el minuto 10 de partido la grada prorrumpió en aplausos para mostrar su inquebrantable pasión hacia a Aspas, que andaba un tanto alicaído por las dificultades que estaba encontrado para parecerse a su mejor versión. El efecto no fue inmediato, pero la estratagema no pudo haberle salido al Chacho mejor.

Imagen de la grada durante el homenaje a Sergio. // MARTA G. BREA / j.b.
El problema es que para entonces el Celta iba perdiendo por causa del golazo de Ansu Fati, al que siguió otro de Busqutes y, al poco de cumplirse al media hora de juego, un tercero de Memphis que convertían las opciones de puntuar casi en una misión imposible. Pero el Celta no se rindió y tampoco lo hizo la grada. Coudet reajustó sus piezas, el Barça pecó de conformismo y el juego del Celta fue ganando en pulcritud y confianza. Y también en pegada. Cinco goles (dos de ellos anulados) en 45 minutos con tan creciente mejoría que la grada se vio en la obligación de creer.

Aspecto de la grada. / Marta G.Brea
El Celta acorraló en su área a un rival cada vez más timorato y la afición se enganchó de inmediato a la fiesta. Iago Aspas abrió el camino, Nolito cimentó la esperanza a poco menos de veinte minutos para el final y el astro moañés apareció como solo él sabe cuando el partido se moría para consumar con uno de esos irrepetibles golazos suyos que tan bien sientan una gran remontada.

Un aficionado muestra una bufanda dedicada a Sergio. / Marta G.Brea
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